Suerte genética

Cecilia Ugalde Sánchez

Hace algún tiempo escuché a alguien decir que nació en la época equivocada, esta persona afirmaba que le gustaría haber nacido en el renacimiento, época en la que se apreciaban los cuerpos femeninos voluptuosos, y lo que ahora llamamos sobrepeso, en aquel entonces era considerado un atributo de belleza.   Más allá del tema de la salud y las consecuencias negativas que el sobrepeso tiene, yo pensé de inmediato que en esa época no había agua corriente y decidí que prefiero haber nacido en esta época.

Además, en aquella época las personas eran más pequeñas, el mobiliario renacentista original conservado en algunos museos así lo refleja, por lo que con mi estatura de un metro ochenta, en esa época habría sido cuando menos una atracción circense.  Pero la estatura, el color de ojos y cabello, nuestras facciones o el color de la piel, no es algo que elegimos, eso lo heredamos de nuestros padres y antepasados, pero de manera completamente ajena a nuestra voluntad, es lo que podríamos llamar una especie de suerte genética, o mala suerte si nos damos cuenta de que, a pesar de todos los avances de la ciencia, en muchos aspectos continuamos siendo absolutamente primitivos, y continuamos juzgando a las personas por aquellos detalles que nada tienen que ver con su verdadera esencia.

En una reciente investigación, Andrea Mina Jara, profundizó sobre la realidad de lo que significa ser afrodescendiente en Cuenca, y sacó a la luz crudos detalles del racismo y la discriminación hacia el diferente, de la lucha constante e incomprensión de quienes deben sufrir a diario las consecuencias del privilegio blanco, del racismo evidente e institucional, por detalles que al fin de cuentas son resultado de la suerte genética que cada uno tuvo al nacer. (O)

@ceciliaugalde