En el Ecuador hay una sensación de que pese a que pasa de todo, parece que nada pasa.
También de que lo que pasa ya no interesa a nadie. O de lo que tuvo que pasar está pasando. O de lo que mientras a mí no me pase lo que al otro le está pasando, importa un bledo.
Mientras caigo en ese “queísmo”, me imagino al presidente de la república despertarse, mirar a su esposa, abrazarla, bostezar, santiguarse, rezar el Ave María, ducharse, vestirse, desayunar, luego darse cuenta de que es gobernante.
Alguien le dirá, presidente, Esmeraldas es un cementerio después del medio día. Los delincuentes siguen matando y matándose entre ellos. O,
En Guayaquil, como en otras ciudades, la “TV-sangrienta”, cuyas “fuentes de información” son las cámaras de video vigilancia, narra que hay más asesinatos, delincuentes arranchando todo a todos. O,
Vea presidente, sus ministros están aceptando todo lo que quiere ese Iza y compañía; y aún así le advierten con seguir jodiéndole, de pisarle el poncho. O,
Vea presidente, todavía no hay medicinas en los hospitales públicos. Y en las redes sociales le están diciendo de todo, hasta de lo que se va a morir; de que tiene el poder, pero por no poder ejercerlo ya nadie sabe quién mismo tiene el verdadero poder.
Me imagino al presidente mirar al cielo, a lo mejor añorar su banco, ensayar en el espejo de su escritorio, con el perdón de Leonardo da Vinci, esa sonrisa medio “Mona Lisa”; pedir una pastilla, timbrar a alguien, morderse la lengua por no haber aplicado la “muerte cruzada” en su mejor momento, recordar su frase “la ley es la ley”…
En esos trances, a lo mejor alguien le dirá, mire presidente que la aceptación popular a su gestión no alcanza ni “para las colas”; peor la percepción internacional que le ubica en el último lugar, por encima incluso de dictadorzuelos del siglo XXI como Nicolás Maduro y Daniel Ortega.
Alguien le dirá, entienda presidente que esa pobrísima calificación popular, así usted diga que le “importa un pito”, le deja mal parado, en tanto sus detractores, sobre todo el prófugo de sonrisa de hiena, toman vuelo, se rearman y bien pueden echarlo de Carondelet, su sueño cumplido tras varios intentos que le costaron, quien sabe cuántos verdes y un par de zapatos rojos.
Me imagino al presidente hablando maravillas de un país en sueños, de querer llevar niños al Mundial de Fútbol, de haberse olvidado de su imaginaria Lorenza.
Me lo imagino, llegada la noche ir a su dormitorio, tomarse una valium 10 mg con agua de ruda, rezar el santo rosario, acostarse y esperar el siguiente día. (O)