Tres migrantes ecuatorianos cuentan cómo es la travesía por la peligrosa selva de Darién
Danny Chapi, de 39 años; de Cotacachi; Lucía Huanga, de 36, de Cuenca; y Fernando Aponte, de 37, de Arenillas, están entre los 7.000 migrantes de Ecuador que este año han cruzado la peligrosa Selva del Darién.
Esta zona selvática, una de las más peligrosas del mundo, también es conocida como Tapón del Darién. Está entre Colombia y Panamá, y es parte de una ruta usada para ir ilegalmente a Estados Unidos (EE.UU).
Hasta antes de 2021 esta senda no era utilizada mayormente por ecuatorianos, pues por allí iban, principalmente, ciudadanos de Venezuela, Colombia, El Caribe y de algunos países de África y Europa.
Pero ante las restricciones para ingresar a México y frente a los mayores controles que hay en las otras rutas de migración ilegal, esta pasó a ser una alternativa para la migración ecuatoriana a Norteamérica.
Extorsiones
Chapi, Huanga y Aponte prácticamente se vieron obligados a hacer esta riesgosa travesía porque en Ecuador redes de extorsionadores les exigían dinero a cambio de no hacerles daño.
Y es que esta práctica delictiva ha tomado fuerza en el último año en este país. Las principales víctimas son los dueños de pequeños negocios y comerciantes.
Por ejemplo, Chapi, casado y padre de tres hijos, era propietario de un taller de mecánica en Quito, donde arreglaba vehículos para que pasen la revisión técnica vehicular.
Antisociales llegaron hasta su local para solicitarle un aporte económico para no hacerle daño. No tenía dinero, pues tras la pandemia por la Covid-19 el trabajo bajó.
Intento
Hace unos tres meses hizo un primer intento de ir a EE.UU., junto a 12 ecuatorianos más. Pasó por la Selva del Darién, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y llegó hasta México. Allí fue detenido y deportado.
Ahora salió para otro intento el último 24 de septiembre. Esta vez van entre unas 45 personas, incluyendo seis niños. Llegaron hasta México y están a la espera de cruzar a EE.UU.
Cuenta que caminar la Selva del Darién les tomó seis días y medio, y antes de hacerlo deben comprar un kit que incluye botas, una carpa, comida, linterna, medicinas, pastillas para desinfectar el agua y sueros.
Todo eso cuesta unos 200 dólares. Además, tienen que pagar transporte en lanchas y autobuses, un salvoconducto de 150 dólares en Nicaragua, y otros gastos. En promedio gastan unos 2.000 dólares por persona.
Hijos
A Lucía Huanga en Ecuador le ocurrió algo similar que a Chapi. Ella vivía en el sector El Verde, en Tarqui, al sur de Cuenca. Tenía un camión con el que transportaba chanchos desde Guayas y El Oro.
En febrero de este año le robaron el vehículo al ingreso a Machala. Los ladrones luego le pidieron 7.000 dólares y se lo devolvieron, pero desmantelado.
Los delincuentes nuevamente se comunicaron para exigirle 3.000 dólares para no volver a robarle. Finalmente decidió vender el carro y migrar con sus dos hijos: Pablo, de 13, y Miguel, de nueve. Gastó unos 5.000 dólares.
Ella estuvo casi ocho días en la Selva del Darién y la describe como un verdadero “infierno”. Su hijo menor sufrió una picadura de un insecto y casi muere desangrado.
En 19 días llegó hasta la frontera entre México y EE.UU., y se entregó a una patrulla fronteriza en Texas en agosto de este año. Le permitieron quedarse y ahora debe presentarse en noviembre para pedir asilo.
Experiencia
Fernando Aponte hace unos tres meses fue con su hijo, de 17 años. Viajó asimismo con dos hermanos y tres sobrinos de 19, 22 y 23 años. Todos lograron llegar a EE.UU.
Aponte se dedicaba al transporte de cerveza y televisores desde Perú a Ecuador. Extorsionadores le pidieron 10.000 dólares y dispararon a su casa. Lo mismo le hicieron a uno de sus hermanos y balearon a su sobrino.
Al llegar a EE.UU., le dieron un teléfono celular para que se reporte todos los días con una foto, a partir de las 11:00 hasta las 13:00. Además, le hicieron una cita para 60 días.
En su paso por la Selva del Darién Aponte vio morir a un niño, de nueve años, de Haiti, que le mordió una culebra. El padre del pequeño colocó el cadáver en una carpa y lo dejó abandonado.
Los tres ecuatorianos coinciden en que la Selva del Darién les marcó la vida, y que en Ecuador la crisis economía y la delincuencia obligan a la migración.