Altibajos de la Policía

El excelente trabajo de los policías al decomisar toneladas de droga cuyo destino son Estados Unidos y Europa, en algunos casos perder la vida a manos de la delincuencia y enfrentarse día a día al crimen organizado, se mancha con acciones reprochables.

Mientras el sospechoso del asesinato de María Belén Bernal, un oficial de alta graduación, no sea detenido y puesto a órdenes de un juez, la institución policial no tendrá respiro.

La cúpula policial así debe entenderla. Ni se diga el Ministerio del Interior y el Gobierno en sí mismo.

El país lamentó y condenó el asesinato de la policía Verónica Songor en una UPC de Guayaquil.

Dado el desborde de la inseguridad, todos exigen se dote a la Policía de armamento, de vehículos, de la logística necesaria para el cumplimiento de su deber, hasta de legislar a su favor cuando, en última instancia, deba usar sus armas.

Claro, ninguna institución es impermeable a las malas acciones, a la degradación ética de sus integrantes, a caer en tentaciones económicas como las ofrecidas por el narcotráfico, incluso a los celos entre sus miembros para acceder a puestos jerárquicos.

Eso sería lo óptimo. Pero la realidad muestra lo contrario.

El exembajador de EE.UU. en Ecuador, Michael Fitzpatrick, le habló al Gobierno en su propia cara sobre la existencia de “narcogenerales”. En otras palabras, de la penetración del narcotráfico entre los miembros de las instituciones del orden público. ¿Algo se ha hecho al respecto?

En estos días, tres policías en servicio activo fueron detenidos en delito flagrante en El Oro y Guayas transportando droga. Uno de ellos con 221 paquetes.

Unas 15 mil personas con antecedentes penales quisieron ingresar a la Policía. Es preocupante y se presta para hilar fino. ¿Cómo así?

Por ello urge la reestructuración de la Policía Nacional, entendiéndose como un proceso bien concebido y ejecutado. Pero el Gobierno da pasos con pies de plomo.

La institución no debe seguir perdiendo la fe, credibilidad y confianza de la población civil.

Altibajos de la Policía

El excelente trabajo de los policías al decomisar toneladas de droga cuyo destino son Estados Unidos y Europa, en algunos casos perder la vida a manos de la delincuencia y enfrentarse día a día al crimen organizado, se mancha con acciones reprochables.

Mientras el sospechoso del asesinato de María Belén Bernal, un oficial de alta graduación, no sea detenido y puesto a órdenes de un juez, la institución policial no tendrá respiro.

La cúpula policial así debe entenderla. Ni se diga el Ministerio del Interior y el Gobierno en sí mismo.

El país lamentó y condenó el asesinato de la policía Verónica Songor en una UPC de Guayaquil.

Dado el desborde de la inseguridad, todos exigen se dote a la Policía de armamento, de vehículos, de la logística necesaria para el cumplimiento de su deber, hasta de legislar a su favor cuando, en última instancia, deba usar sus armas.

Claro, ninguna institución es impermeable a las malas acciones, a la degradación ética de sus integrantes, a caer en tentaciones económicas como las ofrecidas por el narcotráfico, incluso a los celos entre sus miembros para acceder a puestos jerárquicos.

Eso sería lo óptimo. Pero la realidad muestra lo contrario.

El exembajador de EE.UU. en Ecuador, Michael Fitzpatrick, le habló al Gobierno en su propia cara sobre la existencia de “narcogenerales”. En otras palabras, de la penetración del narcotráfico entre los miembros de las instituciones del orden público. ¿Algo se ha hecho al respecto?

En estos días, tres policías en servicio activo fueron detenidos en delito flagrante en El Oro y Guayas transportando droga. Uno de ellos con 221 paquetes.

Unas 15 mil personas con antecedentes penales quisieron ingresar a la Policía. Es preocupante y se presta para hilar fino. ¿Cómo así?

Por ello urge la reestructuración de la Policía Nacional, entendiéndose como un proceso bien concebido y ejecutado. Pero el Gobierno da pasos con pies de plomo.

La institución no debe seguir perdiendo la fe, credibilidad y confianza de la población civil.