Doctor Claudio

Andrés Martínez Moscoso @andresmartmos

A lo largo de mi vida, he tenido la suerte de conocer a pocos personajes que combinen tantas facetas como las de Claudio Malo González (Cuenca, 1936-2022).

Y es que encontrarse con un académico, un político, un gestor cultural, un hombre apasionado por su tierra y su desarrollo, no es tarea sencilla.

Si bien es cierto, tuvo importante presencia en las universidades cuencanas, el “Doctor Claudio”, dejó huella en la Universidad del Azuay, no solo por ser uno de sus fundadores y directivos, sino por su importante labor como docente, y sobre todo como un verdadero “maestro” de generaciones.

Aunque podría hablar de su faceta como gestor cultural a través del CIDAP, o de su intachable carrera política, tanto a nivel local, regional y nacional, quiero dedicar esta columna, precisamente a los perfiles con los que tuve interacción.

La primera fue como un verdadero maestro, quien si bien es cierto no me dictó cátedra, siempre en los pasillos tuvo la palabra oportuna, el consejo correcto, pero sobre todo la anécdota que hacía que los encuentros con él sean enriquecedores para un estudiante universitario. Sin embargo, siempre guardaré mi agradecimiento, pues confío en mí para escribir en la revista “Universidad Verdad”, y luego de unos años ya como profesor, incluso coordinamos un número juntos.

Por otro lado, acompañado con otros visionarios de la ciudad, bajo el concepto de subsidiariedad, así como de descentralización, fundaron el Instituto de Estudios de Régimen Seccional del Ecuador, IERSE, órgano a través del cual pude colaborar en múltiples ocasiones, a través de propuestas pensadas en los gobiernos subnacionales, así como en herramientas para fortalecer la democracia, el liderazgo político y la participación ciudadana.

En tiempos en los cuales, los políticos son cuestionados debido a actos de corrupción o negligencia en el ejercicio de sus funciones, en el caso del “Doctor Claudio”, él ocupó importantes funciones como diputado, ministro de Estado y asambleísta, etc., y en lugar de ser cuestionado, siempre fue reconocido por sus aportes y trabajo desinteresado.

Cuenca y la academia ecuatoriana pierden a uno de sus hijos, pero su legado queda como inspiración para las futuras generaciones.