Entre compadres

Juan F. Castanier Muñoz

Cuando se llegan a descubrir las “ejecutorias” de una organización criminal, en la mayor parte de casos, es porque “se han peleado los compadres”. Los socios de ayer, los panas, los uña y carne, y generalmente por problema de mal reparto, terminan cantándose las verdades. Y es por ahí por donde se tienen que analizar las cosas en la comparecencia de Carlos Pareja Yanuzelli a la comisión de fiscalización de la Asamblea Nacional, la semana pasada. Todo apunta a que él llegó a un acuerdo con las autoridades de ese entonces para entregarse a la justicia del Ecuador y denunciar las verdades sobre los negociados petroleros durante la década bailada, a cambio, claro está, de ser un beneficiado de ciertas concesiones por parte de los administradores de justicia. Pués el otrora hombre de confianza de “el innombrable”, el que sabía las completas, el zorro viejo de la empresa pública más importante del país, fue, según él mismo, engañado, abandonado a su suerte y actualmente confinado en una prisión estatal.

Dice Pareja que “el innombrable” conocía los latrocinios en Petroecuador, que estaba al tanto de los perjuicios al Estado mediante negociaciones chuecas y fraudulentas, mismas que, para efectuarlas, no era posible sin el contubernio de varias estructuras y niveles estatales. Los asambleístas correistas de la comisión, cuya obligación era la de indagar sobre las informaciones de Pareja, o traer a la misma argumentos sólidos que desmientan las aseveraciones del ex-compadre, se dedicaron, en su ya conocido y raído estilacho, a descalificar al denunciante, tachándole, sobre todo, de “sentenciado”, como si entre sus filas partidistas no tuvieran un nutrido grupo de “sentenciados”, unos tras las rejas, como su líder máximo y eterno, y otros subidos a los techos, en espera de los ansiados indultos o amnistías.

La “canción” de Pareja ante la comisión de fiscalización debe constituir una muestra emblemática del más descarado y cínico saqueo que ha sufrido el Ecuador en su historia, y de absoluta validez, pues su letra y música, corresponden a un prominente e indiscutido miembro de la misma banda de atracadores.  (O)