Tras casi un trienio sin salir de China por la pandemia, el dirigente chino, Xi Jinping, se convirtió este 15 de noviembre de 2022 en Bali en el líder más codiciado, con una agenda rebosante de reuniones bilaterales en los márgenes de la cumbre del G20.
“Hay lista de espera para reunirse con él”, dicen a EFE fuentes diplomáticas en Bali, adonde Xi llegó el lunes reforzado tras haber sido encumbrado en el Congreso del Partido del Comunista de China el mes pasado, perpetuando su poder al menos cinco años.
Con ese empuje, el dirigente chino, que mantiene a su país cerrado por su draconiana política de cero covid, se reunió nada más llegar con su par estadounidense, Joe Biden, el primer encuentro entre ambos como jefes de Estado, que fluyó mejor de lo esperado y sentó la tónica aparentemente positiva que se vive en la cumbre.
“Vino relajado, confiado, sin mascarilla, y está muy demandado”, afirma a EFE el analista del Centro Humanitario para el Diálogo Michael Vatikiotis, que asiste a la cumbre, marcada por la guerra de Ucrania y las diferencias de sus miembros en torno al conflicto.
El buen balance de la reunión con Biden, quien por el contrario llega a Bali tras una extenuante gira diplomática por Egipto y Camboya (donde participó en la Conferencia de la ONU sobre el Clima y en la de la ASEAN, respectivamente), dio todavía más confianza a Xi para continuar con su apretada agenda, asegura el analista.
El presidente chino arrancaba la mañana del martes encontrándose con su homólogo francés, Emmanuel Macron; tras varias sesiones grupales, le esperaban más citas, con los líderes de Argentina, Alberto Fernández, que empezó el día indispuesto pero se recuperó a tiempo de su reunión con Xi.
La italiana Georgia Meloni; el australiano Anthony Albanese; el senegalés, Macky Sall; el sudafricano Cyril Ramaphosa y el surcoreano, Yoon Suk-yeol, con quien se ve oficialmente por primera vez, también forman parte del elenco, así como el presidente español, Pedro Sánchez, que participa en la cumbre al ser España invitado permanente del grupo.
Algunas reuniones se anunciaron in extremis, como la del primer ministro holandés, Mark Rutte, y desde luego no todas serán cómodas, entre ellas la bilateral con Australia, país con el que China arrastra tensiones significativas.
Una actividad que continuará en su siguiente parada en Bangkok a finales de semana, donde se reunirá con Fumio Kishida, líder de Japón, antagonista histórico de China, en los márgenes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).
El ajetreado ritmo no tendrá por qué traducirse, no obstante, en grandes logros o acuerdos, y tratarse más bien de un publicitado regreso escénico que eleve a simple vista el caché diplomático del hierático Xi.
En ese sentido, aunque su acercamiento a Biden rebajó una tensión que había ido en aumento en los pasados meses, no se espera que Xi esté dispuesto a jugar un rol mucho mayor en la guerra de Ucrania, según afirman algunos analistas, si bien condenó junto al estadounidense las amenazas nucleares de su socio ruso.
Puede, simplemente, que Xi trate de recuperar el tiempo perdido y aprovechar la ocasión, sin saber, además, cuándo habrá otra, con China aún sujeta a un estricto semicierre de fronteras que el mandatario de la superpotencia se “saltó” para estar en Bali. EFE