Región abandonada

Marco Carrión Calderón

En numerosas oportunidades se ha reclamado por la injusta postergación del austro y de la ciudad de Cuenca, pero nada se ha conseguido.

Los gobiernos han pretendido justificar la postergación con la excusa de que no hay dinero. Pero sí hay dinero pagar pensiones a ex Presidentes ladrones, funcionarios ineficientes, etc. El país sabe cómo se permiten los negociados en Petroecuador y aduanas, cómo se tolera la evasión de impuestos a las más grandes empresas del país. Hemos visto desperdiciar dinero en propaganda del gobierno y de la Asamblea.

La situación vial del austro no puede continuar como hasta ahora pues constituye una afrenta e impide el desarrollo del país y salir de la situación de pobreza a que nos han conducido la inmadurez política y la corrupción. No tenemos un buen aeropuerto y las compañías de aviación nos sirven pésimamente. El servicio de ferrocarril terminó, en lugar de mejorar, y nadie ha dicho algo para que se restablezca. No hay una carretera en condiciones aceptables, son pésimas, todas ellas: la Durán Tambo, la Panamericana Norte, la Cumbe-Pasaje, las vías al oriente. La Cuenca-Naranjal malísima; la vía a Loja, las carreteras intercantonales e interparroquiales, etc. ¿Cómo se puede pensar en fomento para el turismo si la gente no tiene cómo venir, ni por tierra ni por aire, en condiciones medianamente confiables y decentes?

Nuestros hospitales y centros de salud carecen casi de todo. En muchas de las áreas rurales no hay servicios de agua potable ni de letrinas. Las escuelas de las áreas rurales y muchas urbanas, igualmente carecen de lo más necesario, algunas siguen sin funcionar por la falta de profesores. Las tales “Escuelas del Milenio” fueron otro atraco más del infame correato. Se hace pues indispensable una actitud decidida, sin contemplaciones con este gobierno descortés e incapaz que nos considera provincias de tercer orden. Debería hacerse un frente común para luchar por todo cuanto necesitamos. Nuestras autoridades deberían dejar la política tradicional de congraciarse con el gobierno central y permanecer humildes frente al abandono. Es la hora de reclamar con energía lo que en justicia merecemos. (O)