Nuestra rancia política

Jorge L. Durán F.

Nuestra política no solo es macondiana, granizable en sartenes al rojo vivo. Es eso y mucho más.

Contradictoria hasta nomás. Por demás paradógica, demagógica.

Ahora mismo, el Gobierno, vía referéndum, pretende desdentarle, desuñizarle,  destetarle, a ese bodrio llamado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.

En contravía, sus opositores, incluidos quienes juegan a serlo, buscan, manipulan, se confabulan hasta contra la sinrazón, para hacerse de él.

Lo tuvieron, en algunos casos, durante años. Pero en el juego de poderes, lo perdieron. Los que ganaron, buscaron que ese bodrio asome libre hasta de pecado original. Pero eso es imposible en política, ni se diga en la nuestra, convertida en cambalache.

Y, para el colmo de los colmos, el pueblo debe elegir a los nuevos miembros de ese bodrio. Cómo mismo pues. De ganar la propuesta del Gobierno, los elegidos no serán más que maniquíes dispuestos a dejarse probar aun los trajes más impúdicos.

Unos quieren un contralor a la medida de su traje. Otros quieren un fiscal, ni siquiera digno de ponerse la toga del Tremendo Juez de la Tremenda Corte.

Y en esa casi apocalíptica ansia, nunca se ha visto a Jaime Nebot, tan pero tan correísta; ni a Rafael Correa, tan pero tan socialcristiano.

Cuando una persona deposita su voto por el o los candidatos de su preferencia, en su fuero interno lo poco que exigirá es que actúen con decoro, con decencia, defendiendo principios, no amarres; procurando el bien común, no la común ruleta donde se apuesta hasta la república.

Pero no. Eso casi nunca ocurre. En ese berenjenal que es la Asamblea Nacional se junta la pusilanimidad, el servilismo, cuando no la supina obediencia. Limpiarse la cara con el mismo trapo con el que le enlodaron, para unos les resulta casi un honor. Y eso se ve casi todos los días. ¡Qué fangal!

Cómo concebir que quienes aplicando su pendejómetro se taparon los ojos para permitir que el proyecto tributario del Gobierno se convierta en Ley, ahora lo deroguen, aun sabiendo que la Constitución, en materia tributaria, los prohíbe.

Si cada quien es libre de defender a sus demonios, tampoco convoque al obispo no indicado para que los santifique.

Convocar al Canciller para pedirle cuentas de por qué no se cumplen medidas cautelares pedidas a favor del “escapista” Glas es pasarse de vivarachos. Comadrejas defendiendo al zorro que se tragó huevos ajenos; pugnando para que si es posible lo lleven a los altares.

Pero así es nuestra política, nuestra rancia política. Y los ciudadanos ¿qué? ¿Qué valen sus votos? Y el país ¿qué? (O)