El IESS y la salud

La atención en salud a los afiliados al Instituto de Seguridad Social (IESS), concretamente en el hospital en Cuenca, rebasa la indolencia si no es mucho decir.

Este martes, mientras denunciaba su caso y el de su esposa en una radioemisora local, un afiliado no pudo contener sus lágrimas.

Este miércoles, varias organizaciones de afiliados, una vez más, mil veces más, denunciaron la falta de medicamentos, de insumos médicos, ni se diga de turnos y sus constantes pospuestas, más la falta de especialistas.

Aquél es un “cuento de nunca acabar”; una historia de irrespeto, de indolencia ante el dolor ajeno; de considerar a los afiliados, los únicos aportantes al IESS, como simples peticionarios de caridad, de compasión.

Si bien los problemas del Instituto son estructurales, consecuencia de una excesiva burocracia, de falta absoluta de decisiones políticas para tomar “al toro por los cuernos”, de bajos presupuestos para el área de la salud, nada justifica esa especie de desapego, de desinterés, cuando las personas exigen sus legítimos derechos.

Tramitar un turno para atención médica se ha convertido hasta en una afrenta para los afiliados. Peor si previo diagnóstico, deben acudir donde un especialista; igual si requieren de intervención quirúrgica, casi siempre pospuesta para tres, cuatro, cinco, seis meses.

Según las organizaciones denunciantes, alrededor de 250 niños con enfermedades raras no pueden acceder al tratamiento médico. El IESS no responde a sus padres y madres cuya desesperación parece no importar.

Asimismo, 50 pacientes con inmunodeficiencia primaria no reciben medicamentos. Hasta cuentan con acciones de protección. Si ni siquiera esta resolución judicial moviliza a los responsables, estamos “en tierra de nadie”.

Si bien no todo es criticable en el Instituto, con un Consejo Directivo incompleto, además, tales acciones opacan a las positivas.

Las buenas intenciones son una cosa. Las fallas, también. Pero ver por debajo de los hombros a la salud es atentatorio.