Tremendo chuchaqui moral que tuvo que haber pasado el candidato a concejal de Cuenca por la Izquierda Democrática. Tras pegarse una borrachera, estuvo involucrado en un accidente de tránsito, y claro protagonizó un soberano escándalo atacando verbalmente a los agentes de tránsito y despertando a los vecinos de Ochoa León. Bravito vitoreaba una ganancia de Cristian Zamora como alcalde de la ciudad.
¿Se puede imaginar que ciudadanos como éste maneje los destinos de nuestra ciudad? Una prueba más que ciertas personas miran a la política para satisfacer sus intereses personales, que los del bien común. No hay una purga para conformar las listas, únicamente se llenan con el primer nombre que salga y si resulta ganador, enbuenahora.
Hechos como estos hacen que los ciudadanos no se involucren en la política. Pero tienen suficientes motivos para mirar hacia otro lado y elegir al menos malo. Como no hartarse de la política al ver a funcionarios hacer uso de los bienes del Estado como suyos. Por ejemplo, enviar a los conductores a recoger a los hijos de las escuelas en los carros de la Corporación Municipal de Cuenca, como si se tratara de limusina personal.
Y es que en la mayoría de las administraciones municipales hay servidores que hacen con los bienes de la ciudad lo que les da la gana. Como en ese momento están en el poder, no hay problema pasarse por encima de las leyes. Se creen que por ocupar un cargo público son la mamá de tarzán.
Pero me atrevo a seguir pensando que en nuestra ciudad hay personas que aspiran a ser políticos o autoridades que buscan el bien de los demás ciudadanos. Que su trabajo se enfoque en mejorar la calidad de los servicios básicos. Que las obras concesionadas sean transparentes y no truchas. Que no haya sobreprecio en las obras. Que los contratos no beneficien a familiares de los funcionarios. ¡Qué quimera!
En fin. Pocas semanas quedan de campaña electoral. Estos actos le pueden servir para que tome una decisión y elija en manos de quienes no debe estar nuestra ciudad. (O)