Familiares en los Gobiernos

Los ejemplos abundan. Y en todo el mundo. La intromisión directa o indirecta de familiares, no importa el grado de afinidad ni de consanguinidad, en quien gobierna un país, una ciudad, una región, es un campo minado cuyo estallido se produce tan pronto como le activan.

No suelen tener nombramiento expreso, pero están allí con el pretexto de dar consejos, hasta de prestarse para el sacrificio. Actúan en la sombra, cuando no en los pasillos de la institución gobernada.

Son hermanos, hijos, primos, concuñados, cuñados, las esposas y su propia parentela, cuando no los amigos de toda la vida, confiables hasta no más.

Estos, muchas veces, se toman el nombre del gobernante (presidente de la República, alcalde, prefecto, etc.) para hacer de las suyas. A ellos acuden otros hasta para conseguir trabajo, por decir lo menos. Son los intermediarios perfectos.

Ahora es el presidente Guillermo Lasso quien sufre el sacudón por la presunta participación de su cuñado en un caso de, asimismo, presunta corrupción en su Gobierno, concretamente en el sector eléctrico, uno de los más rentables.

El desenlace del caso es impredecible. Mientras la Fiscalía y la Contraloría investigan para descubrir la verdad, el impacto político y de revancha es contundente, así el Gobierno haya dispuesto abrirse a todo.

La intromisión de la parentela de los gobernantes ha derivado en sendos casos de corrupción cuyas secuelas son letales, no solo para la economía de los países víctimas de esta lacra, sino hasta para la democracia.

¿No son esos los casos ocurridos en Nicaragua, Venezuela, Argentina, Brasil, Perú, Panamá, Honduras, en nuestro mismo Ecuador –El Gran Hermano-?

El momento político se presta para discutir el rol de la familia y de sus “íntimos” en quienes aspiran a ganar en las elecciones seccionales. Pero también a las de los altos funcionarios a ser nombrados.

¿Cómo prescindir de tal intromisión? “Ahí está el detalle”.