Percepciones ciudadanas

Deben ser varias las preguntas y preocupaciones de los electores mientras deciden su voto, anularlo o hacerlo en blanco.

Si los diversos candidatos dejaran de ser los “entrevistados”, y en su lugar fueran los electores, se revelarían tantas cosas cuyas repercusiones a más de uno dejaría mal parado.

Es lamentable, pero el ejercicio de la política se devalúa cada vez más. Una actividad noble del ser humano, en tanto en cuanto se la tome como ciencia, como pilar de la democracia, es asumida como sinónimo de robar, de trinca, de compadrazgos, del más rastrero oportunismo, del reparto de prebendas y de poder.

Ya se sabe, suele decir la gente, las razones de ciertas alianzas y apoyos subterráneos, entre ellos el reparto de las empresas, de las direcciones departamentales, comenzando por la de recursos humanos.

Tales percepciones llevan, a lo mejor, a aumentar la apatía electoral, la incredulidad, a denostar de los candidatos y a restringir  la democracia al día de las elecciones.

Y se alimentan mucho más con la proliferación de ofertas, algunas incluso alejadas de las competencias determinadas para cada autoridad; otras, lanzadas como si el problema a solucionar fuera tan fácil como abrir un grifo de agua. Es el caso de la seguridad, por ejemplo.

Rescatar la política de aquel fango y elevarla de categoría en la escala de valores es, sin duda, tarea urgente. Así les toque partir desde cero, el Estado, los ciudadanos, los partidos políticos; desde el hogar, desde los centros educativos, desde los medios de comunicación, deben ponerse al hombro tan dura tarea.

Si sigue tal concepción de la política, el país continuará por el despeñadero electoral, eligiendo por elegir, asombrados por la cantidad de candidatos, permitiendo la penetración de dineros malhabidos; o, presos del hastío y la desesperanza, buscando un Mesías entre los demonios de siempre, o de entre quienes se lanzan confiando en la suerte.