¿Y después qué?

Eduardo Sánchez Sánchez

Acabamos de tener un proceso electoral, mezcla de serio y absurdo. Serio, por cuanto llegó el tiempo de seleccionar alcaldes y prefectos, más CPCCS, un referendo y una consulta popular. Absurdo, por cuanto el elector está saturado de los errores del Ejecutivo y no podíamos esperar otro desenlace, además de la equivoca publicidad y lo complejo que resultó para el común de los mortales esa “montaña” de papeletas que crearon confusión y desconocimiento. ¿Qué se buscó con esta elección más allá del certificado de votación que exigen a los ecuatorianos en todo trámite legal? ¿Qué pensar de nuestra democracia, si el NULO supera al voto de los ganadores? Esto refleja el hastío y la apatía que han generado los Políticos y métodos de hacer Política, con engaños y falacias; el pueblo es sencillo y sufre angustia por el hambre, desempleo, embeleco, delincuencia.  Nadie se haría cargo de la soledad del Presidente, cuyo accionar resulta de difícil entendimiento para el pueblo, que se ha distanciado a punto de desconocerlo y no querer ningún contacto; dice haber recibido el pago que se merece por su abandono a las elementales necesidades de quienes lo confiaron la representación.

Hoy, merced a las redes sociales y comunicación formal, el pueblo tiene en bitácora, lo OFERTADO por los GANADORES, y habrá un seguimiento a pie puntilla del cumplimiento o incumplimiento que hagan en sus cargos.  El pueblo está cansado de tanta corrupción y engaño, porque siempre ofertaron en su tiempo e incumplieron a la vuelta de la esquina. Esa es la praxis que desanimó a los ecuatorianos envueltos en un manto de angustia, de inequidad, de impunidad, de narcotráfico, de sicariato y desesperanza.

Quienes ingresan en las filas de la Política, descuidan y castigan a sus electores, haciendo una forma de actitud oligopólica, desconociendo la verdadera misión de servicio al pueblo.  ¿Y después qué? (O)