El motepata de «Mamá Lucy» resalta en el mercado 10 de Agosto

motepata
Lucía Guamán lleva 49 años haciendo el motepata, cuya receta aprendió de su familia. Xavier Caivinagua

Aunque el motepata ha estado presente en su familia a lo largo de su vida, no fue sino hasta que tuvo 13 años, que Lucía Guamán tomó conciencia de lo que significaba el plato en las fechas de Carnaval: una comida que unía.

Después de mojarse o para crear un ambiente social cálido, el plato elaborado con mote, chancho, longaniza y semillas de sambo, siempre cayó bien en las fiestas carnavalescas.

Y eso entendió doña Lucía, quien, desde hace 49 años hace y vende el motepata en el mercado 10 de Agosto.

Cuando supo lo que significaba el motepata, lo convirtió en un medio para subsistir. Desde entonces, cada vez que se acerca el Carnaval, ella compra la longaniza, la cascarita, la longaniza, el espinazo y otros ingredientes con los que nutre a lo que será el motepata.

“Mi abuelita, mi tía, hacían el motepata para compartir. Y de muchacha ya le puse el ojo y fui aprendiendo. De soltera ya hacía el motepata, pero cuando me casé empecé a vender”, recordó doña Lucía.

Al aprender, en primera instancia, abrió un puestito en el mercado 10 de Agosto, aquel centro de abastos que hoy las comerciantes lo llaman “viejo”. Una vez que el mercado se remodeló, en el segundo piso abrió su comedor “Mamá Lucy”.

En su espacio, además del motepata, vende caldos y secos que son apetecidos por sus clientes más fieles. A ellos se suman los extranjeros, según doña Lucía.

“Los gringuitos también les gusta el motepata. Vienen, prueban, les gusta. El plato es apetecido. No me puedo quejar, siempre hay clientela en estas fechas”, dijo doña Lucía

En el comedor Mamá Lucy, una vez que empiezan a ofrecer el motepata, venden entre 30 y 40 platos diarios. Mientras que, el fin de semana, principalmente el sábado y domingo de Carnaval, suelen superar los 60 platos vendidos.

A Lucía siempre la acompaña su hija, Gabriela Tigre. Ella es parte de la nueva generación que trata de seguir los pasos de su madre y de replicar la sazón.

“Ya cuando tenga mis años podremos hablar de lo que he hecho, de hablar de los platos típicos que hemos preparado”, dijo Gabriela entre risas.

Hasta entonces, la joven espera continuar junto a su madre, ayudándola a preparar el motepata para satisfacer a todos aquellos que lleguen hasta el mercado 10 de Agosto. (I)