TRANSICIONES GUBERNAMENTALES

Estamos en la época de cambios en los gobiernos seccionales.  Los equipos que se hacen -y se deshacen- tienen el objetivo de organizar un traspaso de actividades, presupuestos y proyectos para que los cantones y provincias puedan avanzar sin que la ciudadanía sufra las consecuencias de la decisión tomada el cinco de febrero pasado.  El escenario retratado sería el ideal en una democracia seria y madura, sin embargo, con honrosas excepciones que siempre confirman la regla, no necesariamente es lo que nos está mostrando actualmente la clase política.

El caso de Guayaquil ha sido un cruce de tuits entre las dignidades entrantes y salientes a vista y paciencia, no solo de guayaquileños sino del Ecuador entero sobre las desavenencias entre Viteri y Álvarez.  El cruce de fuerzas produjo nerviosismo entre proveedores del Municipio y de algunos resquebrajamientos internos.  La prefectura del Guayas tampoco ha sido excepción de este tipo de lamentables desencuentros.    

El caso de Cuenca no se distancia de estos escenarios de conflicto.  La disputa sobre los radares fue el primer punto de desacuerdo.  El alcalde saliente, no sólo que no prestó oídos al pedido de pausa solicitado por el alcalde electo Zamora, petición que ha sido apoyada por concejales y miembros de directorio de la EMOV, sino que ha comenzado a cobrar las respectivas multas.   En resumen, afirmó que ejercerá sus funciones como alcalde hasta el último día.  Esto implica que se firmarán contratos sobreproyectos pendientes, algunos con duración a dos o tres años, indistinto de las peticiones públicas que ha realizado la administración que recién será posesionada en mayo. 

Con este escenario en Cuenca es evidente que la transición gubernamental no será tranquila ni gozará de la seriedad y cortesía que las democracias maduras suelen tener cuando se trata de acatar la disposición de los mandantes. El respeto a la voluntad popular tanto del mandatario que se retira como del que llega es la base de un acuerdo social que fundamenta el acuerdo político. Sin esos respetos mínimos es imposible una adecuada convivencia.