El calicanto falsea…

David Samaniego Torres

Cuando me decido a conversar con ustedes, sentado frente a mi máquina de escribir, barajo mis urgencias preocupado y dolido porque tonos grises y ciertas franjas negras nublan mi mente. Tengo ganas de proclamar a los cuatro vientos lo maravilloso que somos los ecuatorianos, lo bien que funcionan nuestras escuelas y universidades, que los partidos políticos son fraguas de civismo y servicio a la patria y que los poderes del estado se dan la mano para que la Patria grande camine erguida y por los mejores senderos. Sí, tengo ganas de todo esto, hasta que aterrizo, miro a mi alrededor y percibo que la injusticia se reparte la patria, los malandrines andan sueltos, la vida peligra en todo espacio público y lo que es peor que los buenos dan marcha atrás, que esconden la cara permitiendo que las fuerzas del mal tomen aquello que nunca les perteneció y que el futuro de todos esté en manos llenas de podredumbre y sangre.

Cuando esto me sucede me impongo el deber de alzar la voz por aquellos que no pueden hacerlo, de usar esta columna para expresar lo que buena parte de nuestros compatriotas anhelan para alertar sobre nuestro futuro próximo, sobre un Ecuador en riesgo inminente de caos nacional.

El Congreso Nacional o Asamblea Nacional, no importan las denominaciones, son organismos llamados a representarnos y actuar por nosotros en las diversas instancias de su incumbencia. Cuando se creó este organismo jamás se tuvo en mente reunir en él a mentes cívicamente extraviadas e inclusive a conspiradores a tiempo completo. Los Congresos, para los diversos gobiernos, nunca fueron una perita en dulce, pero quienes los integraron fueron gente preocupada del bienestar nacional y con una dosis suficiente de cultura y ecuanimidad. Los Parlamentos siempre fueron y serán organismos conflictivos, pero quienes los integren, en su mayoría, deben ser gente culta, estudiada y estudiosa, conocedora de la realidad, amante del bienestar de la patria, fiel a los lineamientos de sus partidos políticos.

Hoy circula en las redes: “LA ASAMBLEA NACIONAL es un honorable salón donde muere el honor, agoniza la razón, campea la ignorancia y brilla la estupidez”. Al leer la frase citada me he sentido mal porque no se habla de una Asamblea de un pueblo mediocre e ignorante con sede en algún pueblo primitivo y montaraz, en realidad se refiere a nuestra Asamblea. (O)