¡Qué injusticia!

Aurelio Maldonado Aguilar

Admiración, incredulidad, impotencia y otras muchas sensaciones se vuelven diarias en la vida de este pequeño estado Sudamericano llamado cariñosamente Bananarepublic y que viene conformando su fama como uno de los puertos de mayor embarque de droga. Los tejes y manejes de la vida política, son con largo, más que bochornosos y llenos de la más inmensa creatividad de los actores, que buscan pescar en el río revuelto y asqueroso que se va formando, con afluentes tan contaminados como la corrupción, el robo más descarado e inaudito, con sobreprecios que se vuelven prácticas comunes y casi legales de esta gente sin escrúpulos. El cáncer incurable del narcotráfico que, enraizado en nuestra patria, nos va convirtiendo en una bomba peligrosa, cerca de explotar. Con partidos políticos por decenas y que ni de lejos tienen ideología clara, que no sea el manipular y acceder al poder y con ello conseguir luz verde para robar. Es lamentable ver la calidad de los actores políticos desvergonzados y con cara de “baqueta” que decían los viejos, pues no se inmutan ni abochornan cuando se sacan los cueros al sol y siempre consiguen respuesta, idiotas e inverosímiles a veces, pero respuestas al fin que les da tiempo suficiente para retirarse muy horondos. Si algo existe de importante en una sociedad es la justicia y es esta la que menos tenemos, pues se burlan de ella permanentemente con fallos amañados y de claros ribetes de componenda, trinca y sobornos. Salen de la cárcel peligrosos delincuentes en horas luego de su apresamiento y los asesinatos comprobados, así como otros delitos muy graves, son perdonados de una plumada por jueces banales y comprados, que encuentran motivos pueriles o de forma para excarcelarlos. La cantidad de delincuentes que fungían de altos dirigentes políticos y gobernantes, todos están fuera evadiendo la cárcel. Expresidentes y su camarilla fugan alegremente antes o en medio de juicios instituidos y se burlan de la justicia que se queda con dos palmos de nariz. La evasión de Duarte de la embajada argentina, no puede ser más clara muestra de que aquí se puede hacer lo que se quiera, si se tiene, claro, algún padrino importante en la política, gobierno, policía, ejercito, narcos y se escapan de su cómodo encierro fácilmente y en aviones que les esperan y no sería nada raro que sea en uno de los tantos que despegan de pistas clandestinas fabricadas a vista y paciencia, atiborrados de droga. La justicia boquea y con ella la patria.  (O)