Rechazo a la violencia

La violencia solo engendra más violencia. Los diversos problemas del Ecuador son de magnitud. Solucionarlos requiere de cordura, de sensatez, de tolerancia, del cumplimiento de la ley, del respeto la institucionalidad del país y hasta de renunciamientos.

Nadie en su sano juicio se desentenderá de la violencia producto del narcocrimen, aun de la delincuencia común, cuyas acciones tienen en vilo al país.

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y delito (Unodc) acaba de revelar un dato por demás preocupante: Ecuador está desplazando a Colombia en el envío de cocaína Europa.

Y, como es de suponer, tan criminal actividad tiene como hermana gemela a la violencia. La vivimos día tras día. Ha declarado, incluso, la guerra al Estado. ¿Necesitamos más, acaso?

En estos últimos meses, la violencia política es otro síntoma de la degradación del debate; de la amenaza pública de incendiar el país si tal o cual tesis no es aceptada a imagen y semejanza de intereses de quienes el destino del país les importa poco o nada; de siempre echar la culpa al otro sin mirar su rostro; de no contribuir en nada para encontrar salidas legítimas, oportunas y prácticas a los diversos problemas económicos, sociales, de salud, medio ambientales; peor a la inseguridad.

La polarización, quiérase o no aceptarla, toma fuerza en el Ecuador. Saber quién es el bueno, quién el malo; en dónde lo están; crear espejismos en la sociedad; profundizar hasta el extremo cualquier acusación, denuncia, así sean presuntas, son parte del manual de la violencia.

En tal contexto débense ubicar los atentados con explosivos en Ecuavisa y en TC Televisión, dirigidos a sus periodistas. No detonaron; pero el mensaje está dado.

Ambos canales y los organismos defensores de la libertad de prensa condenaron los ataques. El gobierno debe investigar quiénes están dentro del cobarde atentado.

Amedrentar a la prensa solo está en la agenda de los violentos y de los enemigos del pensamiento ajeno.