Comunicación líquida

Nancy Negrete Martínez

La instantaneidad y la inmediatez han devaluado la comunicación en las relaciones humanas, aquellas que se basaban en la razón, en la fidelidad, en lo claro y sincero.

El estado de incertidumbre, la falta de conciencia en la precisión de las palabras y la ambivalencia con la que se practica, hacen que la comunicación destine su rumbo al fracaso. Hay un afán por explicar y justificar toda realidad mediante lo fugaz, efímero, poco estimulante y rutinario, haciendo más difícil la comprensión de teorías y argumentos.

Los discursos tienden a ser volátiles, inestables, acorde a una cultura en movimiento, de aprisa; aferrados a esa “libertad” y amparados en el síndrome de la impaciencia. En efecto, nos olvidamos de pensar y escuchar antes de hablar; resultado de una “comunicación líquida” diría Bauman.

¿Cuáles son las consecuencias? La fragilidad de los vínculos y de compromisos, identidades mudables, comunidades efímeras, relaciones frágiles de corto plazo, distanciamiento, desinterés por los pensamientos y sentimientos del otro. Para Carey, la comunicación debe ser entendida en términos de comunidad, comunión, común unión; es decir, integración, vinculación, continuidad. Esto involucra examinar el contenido, su orden simbólico, su significado y la interpretación que pueden dar de los mensajes.

La comunicación es un fenómeno complejo, protagonista de toda la vida de los seres humanos; esto implica la dificultad que significa comprender una buena comunicación y el ritual de la transmisión de sus mensajes, contrario a su liquidez.

Las comunicaciones densas en contenido mantienen integradas y cohesionadas a las comunidades, porque se forjan con la participación directa de sus miembros, porque son estables, porque “echan raíces”. La ausencia de una comunicación sólida es la pérdida de significancia en varios contextos, ya que se empobrece y no tienen posibilidad de sobrevivir en estos escenarios volátiles. (O)