Desubicación

Juan F. Castanier Muñoz

Vamos a partir de un criterio que no necesita mayor explicación: los funcionarios que tienen bajo su responsabilidad la dirección de los organismos de control del Estado, pueden y deben tener afinidad con cualquier corriente ideológica, lo que si no pueden ni deben es someter sus actuaciones a las directrices o estrategias de aquellos partidos o agrupaciones políticas vinculados a sus simpatías ideológicas. Uno de los ejes fundamentales para el correcto desempeño de la función en las decisiones de las instituciones de control, tiene que ser, indudablemente, una absoluta independencia.

Hace algunos días, diario El Mercurio trae entre sus páginas una entrevista al señor Augusto Verduga, consejero electo del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, a quién lo presenta como “auspiciado por el correismo” y, aparte de las informaciones concedidas por el mencionado ciudadano sobre ciertos lineamientos para el trabajo del nuevo Consejo, no deja de llamar la atención determinadas afirmaciones de Verduga, como aquella de que “yo sí admiro al presidente Rafael Correa. Reconozco su legado histórico en términos de reivindicación de derechos”, o aquella otra, al referirse a actos de corrupción, cuando dice “nosotros no vamos a incurrir en procesos forjados, ese es un cáncer de nuestra sociedad, no podemos caer en ese juego malsano, que es la forma en que opera la Fiscalía General del Estado”.

La implacable y desembozada persecución a la prensa independiente, la persecución a los dirigentes de organizaciones sociales y políticos de oposición, las concesiones mineras y petroleras en áreas protegidas, el no pago de las obligaciones estatales con el IESS, el no pago de los bonos de jubilación, la metida de mano a la administración de justicia, etc, etc, parece que hubieran sucedido en un país desconocido por el señor Verduga. Y que las acciones de la Fiscalía General, aplaudidas por  la gran mayoría de ecuatorianos, sean atacadas de manera casi calcada, tanto por el flamante consejero como por los más rabiosos voceros del correismo. Qué pena que la representación ciudadana “brille” por el fundamentalismo y la desubicación. (O)