Jerigonza

Catalina Sojos

La semana anterior se celebró el día internacional del niño y una feliz coincidencia provocó que mi nieto se quede en casa el fin de semana; entonces hablamos en jerigonza (uno de los juegos infantiles que practicamos hace miles de años, que consiste en añadir una sílaba a la sílaba pronunciada) y de este ejercicio surge la idea que lanzamos al viento para que el que quiera escuchar, escuche. ¡Qué hermoso sería que, además de los consabidos globos, dulces y juegos se invite con su presencia a los adultos mayores para que en diez minutos cuenten a los chicos alguna anécdota! El etarismo es una lacra que se debe combatir y qué mejor oportunidad cuando el niño aún no accede a los prejuicios de la edad pues de nada sirven las investigaciones, especialidades y demás estudios sobre los niños si la práctica y el ejemplo es lo único que de verdad nutre a la sociedad. Además, las condiciones de salud mental y física de las personas mayores han cambiado totalmente y son capaces de aportar con su sabiduría, alegría y gozo de la vida sin que, necesariamente, sean intelectuales de cepa o cosas por el estilo. Los abuelos y los niños, generalmente, se entienden perfectamente; son los adultos los que olvidan la jerigonza. (O)