Poesía y poema

Aníbal Fernando Bonilla

Es aleccionador y desafiante delimitar las fronteras entre poesía y poema (aunque en la práctica sabemos que aquella línea demarcadora siempre será relativa). Ante lo cual, queda claro que más allá del demiurgo inventivo, cabe en todo ejercicio lírico la aplicación de la técnica estilística que se apoya de la semántica y de la morfología, consolidando al poema como tal, en su fondo y forma.

¿Qué es el poema? Cadencia, ruptura, persuasión. Y, desde luego, confidencia y evocación indeleble. Aquel axioma que considera al texto versal como artificio es pertinente, en tanto este artefacto se nutre de las vivencias del poeta para su depuración/recreación. Tal experiencia se torna vital en la manufactura poética. El material primigenio adquiere sentido artístico a través de la sensibilidad escrita. En tal dimensión, se considera al poema como instrumento cargado de poesía.

La lúcida perspectiva ensayística de Octavio Paz acierta en el planteamiento de que la poesía es una acción revolucionaria, ya que con el lenguaje el poeta bosqueja y fragua piezas sublimes que modifican lo ordinario (entendiéndose dichas piezas en el más amplio sentido de la manifestación artística). La poesía y el poema son dos aristas que se bifurcan y, paradójicamente, se contraen en el enunciado. Se apropian de él y elevan su connotación al nivel de obra poética (el propio Paz suscita reflexión metapoética).

¿Cómo desentrañamos los códigos poéticos? Desde la tradición histórica (contenida de estilos) y desde la existencia misma del poeta. Contando con la noción de lo abstracto, la iluminación del inconsciente, el instinto de lo imposible, el aliento fidedigno. La instrumentalización poética ya mencionada supera la localización del estilo, ya que lo sustancial es alcanzar la emancipación del verbo. Algo que tiene su máxima representación en la génesis del significado y significante de las grafías, el sonido y el ritmo comprendido en el poema. (O)