Esmeraldas

Ana Abad R.

Las severas inundaciones provocadas por las lluvias torrenciales del último fin de semana en la provincia de Esmeraldas, profundizan aun más la terrorífica realidad que vive su empobrecida población. La extrema vulnerabilidad social de las familias esmeraldeñas es consecuencia del histórico abandono de un Estado centralista, así como de un racismo estructural que pervive en la sociedad ecuatoriana. Los gravísimos índices de violencia que viven, la presencia de una “escuela de sicarios”, la acción del crimen organizado y del narcotráfico, los daños ambientales provocados por la minería tienen directa relación con un modelo injusto y desigual. Por si esto fuera poco, la situación podría agravarse aún más. El temor de sus habitantes aumenta a cada instante debido a la acumulación de agua, lodo, escombros y a la proliferación de mosquitos que sabemos provocan graves enfermedades sobre todo a niños y a adultos mayores. Mientras las autoridades se reúnen, planifican, conversan, recorren las zonas afectadas en helicópteros y se toman fotos, los eternos damnificados sobreviven como siempre con donaciones de la ciudadanía, de organizaciones sociales y con su propio esfuerzo, en comunidad. “Del gobierno no ha llegado nada”, señalan con lágrimas, dolor y coraje sus habitantes. Un Estado centralista no es un Estado democrático. (O)