COLUMNISTA

Los vacunadores

Al médico investigador E. Jenner se le considera el “padre de las vacunas”, fue él quien descubrió la vacuna para prevenir una enfermedad en vez de curarla. Se dice que en 1796 desarrolló la primea vacuna de la historia contra la viruela, terrible enfermedad papulovesículopustuloso que causó una pandemia dejando millones de muertes y secuelas teratogénicas y físicas, que los perspicaces ciudadanos pueden observar en la faz en ciertos personajes de la política, del deporte o de parientes y amigos de edad vanguardista. Felizmente la OMS dio por terminada la enfermedad en 1980.

Las pandemias víricas infecto-contagiosas han asomado de cuando en cuando, ocasionando consecuencias catastróficas como la última del COVID 19 que dejó cerca de 3 millones de muertes en América. Asimismo, la OMS, en mayo último, declaró terminada la emergencia internacional; no obstante, su aparición sigue siendo un misterio y muchos científicos -no charlatanes- aseveran que fue creada intencionalmente tal como lo hicieron con el VIH/Sida, cuya vacuna lo inventó K. Karikó. Muchos escépticos repudian estas vacunas y prefieren morir como los fanáticos falderos de sus cabecillas políticos a pesar que los patean y putean.

Combatida la pandemia en el país por la única gestión buena del presidente Lasso, en seguida se reactivó otro tipo de vacunas por patibularios y delincuentes, pero no para prevenir enfermedades sino para advertir la muerte. A través de la extorción a empresas y personas sacan fuertes cantidades de dinero, so pena de causarles daño hasta con su eliminación. Para estos vacunadores nada contundente se ha hecho. Sólo la justicia por manos propias y la organización de barrios ha diezmado un poco.  

Este método delincuencial se inició miles de años antes de los inventos de Jenner, Pasteur y Karikó, pues los cacos de albañales y de palacios lo inventaron al ritmo de la civilización. La amenaza bajo diversas formas y circunstancias se da en oficinas públicas y privadas, hasta haberse legado prácticamente a institucionalizarse. ¿Cómo se puede erradicar este fenómeno social si los “padres de la patria” hacen de este medio un modus operandi para su modus vivendi?

 El chantaje se ha vuelto un modo de subsistencia de los malandrines: a la oficina donde usted acude tiene que hacer frente a la presión económica franca o taimada si quiere ser atendido. Mire nomás lo que ha pasado con los prestadores de servicios al IESS y ahora con en el periodismo, enseñado por un postero venezolano. ¡Un asunto que espeluzna! (O)

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