El filósofo estoico Epicteto dijo que, en el mundo, hay dos tipos de cosas: las que dependen de nosotros y las que no dependen de nosotros. Las cosas que no dependen de nosotros, que no están en nuestro control y cuyo resultado no nos pertenece, pueden concluir en éxito o en fracaso. Así, ya que no somos responsables de ellas, su éxito o fracaso debería sernos indiferente. No podemos atribuirnos ningún valor debido ellas, pero tampoco desacreditarnos si no se dan: Comprender y aceptar esto es el inicio de la libertad. Por otro lado, hay cosas que sí dependen de nosotros y están bajo nuestro control y cuidado, y pueden alcanzarse en base a esfuerzo, disciplina, dedicación, reflexión, y el deseo de ser mejor. Y a pesar de la dureza de esta vía no hay fracasos, o al menos fracasos definitivos, pues cada error es una lección que nos da conocimiento, y cada falla es una experiencia de vida. De tal manera que no hay en realidad por qué sentirse frustrado. Distinto en todo caso es, por temor al fracaso, contenerse de vivir y dejar de experimentar. La vida a veces tiene sabor a alegría y otras veces sabor a dolor, pero hay que saber asumirla con dignidad, y ojalá con empatía y solidaridad si somos lo suficientemente inteligentes. Creer que solo el éxito hace vivible la vida, que el éxito determina la calidad de la vida, es un tremendo absurdo que en el fondo expresa un tipo de sumisión irreflexiva e inacción. En este caso, por paradójico que suene, la obsesión por el éxito sería el verdadero fracaso. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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Cerrar - Hablando de Salud Pública12 de noviembre de 2024