“Pesetean” en New York
Migrantes ecuatorianos, entre ellos de Azuay, convierten calles, veredas y callejones de algunos barrios de New York en mercadillos para ofrecer toda clase de productos y alimentos a fin de sobrevivir como sea.
Son, por lo general, migrantes irregulares. Salieron del país sin cumplir con lo dispuesto por las leyes norteamericanas.
Se endeudaron en grandes cantidades de dinero y pagan cuantiosos intereses, hipotecaron bienes, se jugaron la vida al cruzar por lugares peligrosos. Dejaron aquí a sus hijos, al esposo o a la esposa, o se fueron los dos; a lo mejor renunciaron a sus trabajos, a sus negocios, posiblemente poco rentables. En fin.
Tomando en cuenta estas y otras circunstancias, ¿vale la pena migrar en pos del “sueño americano” para ir a vender en New York hortalizas, frutas, comidas, jugos, caramelos, cigarrillos, y un largo etcétera de productos, en los espacios públicos, al pie de los semáforos, en los trenes, como ocurre en el Ecuador, utilizan a niños y niñas; y, para el colmo, ¿hasta piden caridad?
Esta pregunta, si se la hacen en su fuero interno, debe llenarlos de incertidumbre, cuando, como se sobrentiende, migraron con la esperanza de conseguir trabajo bien remunerado.
Una crónica de este diario da cuenta de la, digámoslo así, triste y conmovedora realidad. Las fotografías hablan por sí solas. Algo así como ver las ventas informales en la calle Mariano Cueva o en la Feria Libre, en Cuenca.
Testimonios de dirigentes de varias asociaciones de migrantes, ellos sí ya legales, dan cuenta de las posibles consecuencias derivadas de esos trabajos informales en lugares públicos, prácticas prohibidas por las leyes estadounidenses, sin contar con las peleas callejeras por la disputa de puestos y clientes. Hasta corren el riesgo de ser estereotipados.
Una razón más entre las tantas para no afanarse a migrar “sin papeles” a un país donde ya no hay las mismas oportunidades de otros tiempos.