¡Ya basta de centralismo!
El centralismo en el Ecuador, cuyo corazón está en Quito, ve al resto del país como su patio trasero, como si aún se viviera en tiempos de la colonia, como si todo cuanto se hace fuera de su área imperial no tiene importancia o debe estar a merced de su visto bueno, cuando no de su capricho y “buena gana”.
El presidente Daniel Noboa, quizás por su poca o nula experiencia en la administración pública, por ignorar cuánto daño le hace al país el centralismo, por mal asesoramiento, por pésimo olfato político, mediante decreto ejecutivo oficializó el traslado de CELEC EP al alma misma de la burocracia frondosa e ineficiente, donde el Estado centralista quiere respirar por todos los ecuatorianos, pero llevándose todo el oxígeno.
Razones de fondo no las tiene. Por eso la parquedad del mandatario le hace justificar sin justificar nada. Decir “nos vemos” en Cuenca el 15 de noviembre con ocasión de la Cumbre Iberoamericana con jefes de Estado suena a sorna.
Trátase de un pronunciamiento vaciado de todo contenido, poco digno de una primera magistratura y propio del viejo Ecuador, cuyas miserias siguen vigentes.
Vendrá a alabar a la ciudad, a la región austral en general, hacia donde han vuelto los ojos la ineficiencia gubernamental y el centralismo en estos tiempos de oscuridad.
Si pudieran, también se llevarían las centrales hidroeléctricas, a lo mejor hasta los ríos. Tal es el oprobioso centralismo.
No se trata de lamentaciones; sí de dignidad. Ojalá las autoridades de la provincia, la academia, si aún le queda algo del espíritu crítico de otras épocas, hagan sentir el peso del rechazo a tan ingrata resolución.
De esa forma, el Gobierno propugna el desequilibrio del desarrollo del país, de las oportunidades de trabajo, de inversiones, de la dinamización de la economía, de mejorar la infraestructura.
Virtud esencial de un buen estadista es saber rectificar. ¿La tendrá Noboa? ¿O se dejará absorber por el centralismo rampante cuyos tentáculos, posiblemente, no los asimila?