La tragedia que vivimos traerá graves consecuencias para la vida de todos los habitantes del Austro ecuatoriano; los daños causados por los incendios son inmensas y su recuperación requerirá no solo largo tiempo y la generosidad creadora de la madre naturaleza sino, sobre todo, de cambios radicales en nuestra relación como especie con todos los seres vivos con quienes compartimos el hábitat. Es tiempo ya de considerar el cuidado de páramos, cerros y bosques que nos rodean, cobijan y proveen del mayor tesoro para la vida como es el agua, prioridad absoluta en las acciones de todas las instituciones públicas. La trágica muerte de cientos de seres de distintas especies es mortal para la vida porque son ellos –seres a los que la arrogancia humana los ha considerado menores– en realidad los que mantienen la biodiversidad y el equilibrio del ambiente que compartimos; la especie humana es la única en la creación que ensucia y destruye su propia casa y que enceguecida por la codicia arrasa con todo cuanto esté a su paso. Bien dice la sabiduría popular que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, aunque parece que ciertas autoridades no mismo logran dimensionar la situación en la que estamos; cómo se entiende que se pretenda encender luces de Navidad y tener el “árbol más grande. Es una insensible, incoherente y nefasta decisión señor Zamora. La ciudad “brillará” cuando defienda nuestras fuentes de agua de la minería de frente y no cuando quiera venderla como estampita de Navidad. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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