Los saberes vivos, entendidos como el conjunto de conocimientos, prácticas y tradiciones transmitidos de generación en generación, no solo constituyen el patrimonio intangible de las comunidades, sino también un medio para su resiliencia frente a los desafíos contemporáneos.
Según la Unesco, la diversidad cultural es tan necesaria para la humanidad como la biodiversidad lo es para la naturaleza. En este sentido, cada tradición oral, práctica artesanal o conocimiento medicinal contribuye a un mosaico cultural único que enriquece el mundo y refuerza el derecho de mantener la identidad.
Las festividades, ceremonias y actividades colectivas no solo mantienen vivos estos conocimientos, sino que también refuerzan un sentido de pertenencia y solidaridad, ofreciendo a las nuevas generaciones una conexión con su pasado y reforzando estas identidades compartidas.
La promoción de los saberes vivos también está intrínsecamente ligada al desarrollo sostenible. En muchas comunidades indígenas y rurales, estos conocimientos constituyen la base de su relación con el medio ambiente y la gestión de los recursos naturales. Proteger estos saberes no solo asegura la supervivencia de comunidades vulnerables, sino que también beneficia al ofrecer soluciones a varios problemas globales.
Sin embargo, la homogeneización cultural promovida por la globalización amenaza con extinguir muchas de estas prácticas. La solución requiere de esfuerzos concertados por parte de gobiernos, organizaciones internacionales y empoderamiento de las propias comunidades. Es posible, por ejemplo, documentar estas prácticas, incluirlas en los sistemas educativos o emprender programas que garanticen transmitir estos saberes.En conclusión, los saberes vivos son un recurso invaluable que debe ser protegido y promovido por su capacidad para preservar la identidad, la diversidad cultural y el desarrollo sostenible. (O)