El Pase del Niño Viajero, es una festividad religiosa, expresión cultural e identitaria de los cuencanos y azuayos, que rinde homenaje a las tradiciones del país y la región.
Miles nos damos cita para participar o deleitarnos con el colorido y belleza de los trajes que exhiben las comparsas, los bailes, la música de las bandas, la decoración de los carros y caballos.
Este Patrimonio Inmaterial Nacional, merece ser resguardado y eso implica organización y coordinación de las entidades y personas responsables. Este año fue un caos que deslució el evento. Las comparsas, iniciaron con casi 3 horas de retraso; no hubo control alguno que ordenara el ingreso de espontáneos a pie o a caballo que a las bravas se colaban en San Sebastián; no se trata de impedir la participación de nadie, pero alguien tiene que poner orden.
Tampoco aporta, que en la Glorieta del Parque Calderón, se instalen parlantes a alto volumen que transmiten conversaciones que nadie escucha y son un ruido molesto que estorba a las bandas, comparsas y público.
Sean cuidadosos, no pongan en peligro de extinción una celebración que por más de 60 años nos ha enorgullecido. (O)