Son múltiples los desafíos de los ecuatorianos para 2025. Le damos la bienvenida con alegría, esperanza y fe; aun con algunas utopías.
Tendremos, dentro de pocas semanas, uno de los desafíos más complicados: elegir al próximo gobernante. Tremenda responsabilidad.
Las elecciones, ni comienzan ni terminan con ejercer el derecho al sufragio. Reflexionar será un deber ineludible. No será un proceso para elegir directivos barriales, sino a quien deberá tomar decisiones económicas, legales, sociales, ambientales, sobre seguridad, salud, seguridad social, y un largo etcétera.
El desafío partirá por saber quién de los 16 candidatos nos garantizará un gobierno cuyo norte sea la paz social, la unidad nacional, tan necesaria para enfrentar los gravísimos problemas, fijando un proyecto de país para el largo plazo.
La nación está harta de la pretensión de ser gobernada en base a la improvisación, la inmediatez, el instinto de revancha, el irrespeto a quienes no piensan igual, o anteponiendo los intereses de grupo a los nacionales; peor dividiendo a los ecuatorianos.
Los desafíos pasarán por unir fuerzas para superar la inseguridad, una lucha a largo plazo. La delincuencia nos ha visto, a más de temerosos, hablando distintos idiomas en la búsqueda de estrategias para combatirla, y sabe sacar provecho.
Ojalá en 2025 la corrupción no encuentre padrinos, peor quienes hablen bien de ella para justificar la ejecución de obras o el acceso chueco a contratos en el sector público.
El pueblo desea no más apagones; verdaderas políticas públicas encaminadas a darle un giro radical en la atención a sus necesidades.
Varios temas de relevancia se acumulan por la ceguera de cierta clase política, entre ellos, la Seguridad Social, cuya cuerda financiera está por romperse.
Con la llegada de un nuevo año no queda sino seguir trabajando, anclados en esa esperanza renovadora de mejores tiempos, en darle la cara a esos desafíos.