Un nombre que quedó grabado en la memoria de los ecuatorianos. Pedro Restrepo, ciudadano colombiano de profesión ingeniero mecánico, llegó al Ecuador junto con su esposa Luz Elena Arismendi el 16 de enero de 1970, contratado por la fábrica textil “La Internacional”. En Ecuador nacieron sus tres hijos: Carlos Santiago, Pedro Andrés y María Fernanda; empero, en el trajinar diario de la familia la vida les jugó una mala pasada, en efecto, en enero de 1988, seres humanos investidos de autoridades y camuflados en el horroroso y tristemente célebre Servicio de Investigación Criminal (SIC), “hicieron desaparecer” a los hermanos Restrepo: Carlos Santiago de 17 años y Pedro Andrés de 14 años. Terminó calificándose como crimen de Estado en el gobierno de Febres Cordero, pero se desconoce hasta el momento en donde están los restos de los Restrepo.
Pedro y toda su familia protagonizaron una lucha intensa e incansable, en busca de encontrar a sus seres queridos y por ende en defensa de los derechos humanos, se trataba de llegar a la verdad. Pedro, perdió a su esposa, pero siguió frontalmente reclamando desde la Plaza Grande en Quito al Gobierno. Valientemente decía: “La desaparición de un ser querido es una tragedia total, es inenarrable. Vivir con esto es muy difícil. Si no hubiera luchado, no hubiera podido vivir». Una historia trágica que llevó a la muerte de Pedro el 24 de diciembre de 2024, junto a un tanque de oxígeno, como que le faltaba aire para seguir reclamando por los restos de sus hijos.
Empero, en nuestro Ecuador hay muchos “Pedros Restrepos”, hombres, mujeres, padres, madres, hermanos que tienen a sus hijos o familiares desaparecidos. No nos olvidemos de muchos de los feminicidios, en donde desaparecen víctimas y victimarios. Qué decir del tráfico de niños, niñas y adolescentes, incluso con el visto bueno de sus progenitores en el afán de sobrevivir al hambre y a la pobreza.
Muchos “Pedros Restrepos”, como los actuales padres de 4 niños que desparecen estando con brigada de militares; acontecimientos para los noticieros, redes sociales y páginas de periódicos, pero que casi siempre terminan en incógnitas, de las cuales tristemente nos estamos mal acostumbrando. Es la hora de luchar por los derechos humanos, de sumar voluntades. ¿En dónde está la iglesia, la universidad y otros actores? ¡Basta, es tiempo de reaccionar! (O)