A partir de este 5 de enero de 2025, durante 45 días los ecuatorianos seremos “bombardeados” por la propaganda de los candidatos a la presidencia de la república, a asambleístas y al Parlamento Andino.
Comienza la campaña de manera oficial en medio del escepticismo, de una cantidad inusual de binomios presidenciales y de poca confianza ciudadana en el futuro del país.
Elecciones casi en seguidilla habrán tenido su impacto en los electores. Cansancio, hastío, el ver las mismas caras como candidatos, los mismos ofrecimientos, la agudización de la polarización política, pueden influir en el poco ánimo ciudadano.
Los candidatos tienen sus estrategas electorales, en varios casos verdaderas empresas de comunicación política, para persuadir a los electores, apelando, como siempre, a sus emociones, a explotar sus necesidades apremiantes y ofrecer soluciones para todo, aunque no estén sustentadas en el cómo ni el cuándo.
Los candidatos se expondrán como cualquier producto de mercado a los consumidores, a cuyos sentidos apelarán para ganar votos.
Los electores deben tener sus propios antídotos para no dejarse engañar. Estar correctamente informados. Es un verdadero reto en tiempos en los cuales abundan las noticias falsas difundidas en redes sociales.
Bueno sería si cada ciudadano se pone al tanto de la realidad nacional. Sobre todo, de la realidad económica, también sobre la inseguridad. Cualquier oferta, así sea la más sencilla, parte de lo económico: si no hay dinero no hay nada. Y esa realidad no es tan halagadora como para dejarse engatusar. Los candidatos, sus estrategas, lo saben, pero en campaña todo huele a facilismo.
Un pueblo bien informado puede tomar mejores decisiones. Corresponde a los medios tradicionales y a unos cuantos digitales serios revelar esa realidad, hasta para confrontar a los candidatos, siempre camuflados en etiquetas de “sabelotodo” y hasta de magos.