Empezamos el 2023 con millones de promesas, las cuales difícilmente se cumplen, sobre todo porque son promesas de campaña.
Como nos pasa cada 4 o 5 años, nuevo año llega con una lista de ofertas políticas que nos llenan la cabeza con la ilusión de una ciudad o un país maravilloso, futurista, desarrollado.
Tristemente las promesas políticas, igual que las personales sobre bajar de peso o dejar de fumar, carecen de real voluntad y de recursos, porque muchas de ellas se hacen desde la ignorancia de la gestión pública y de la capacidad para hacerla realidad.
Increíble que las y los candidatos hagan promesas desde el desconocimiento de las competencias y recursos con los que cuentan en caso de ganar. El mínimo para ser candidato debería ser leer el COOTAD y dejar el complejo de Papá Noel.
Y nuestra obligación es no olvidar esas promesas y exigir que se cumplan. Nuestro voto vale más que las ofertas de campaña, con él otorgamos poder, y también nos da la capacidad de vigilar y exigir, no lo olvidemos. (O)