El Ecuador, como no puede ser de otra manera, se prepara para enfrentar el fenómeno climático de El Niño, posiblemente tan devastador como lo fueron los ocurridos en 1982-1983 y 1997-1998.
El presidente Guillermo Lasso, mediante decreto declaró como “prioridad nacional” las acciones de prevención y de respuesta.
Lo hizo durante la sesión del Comité de Operaciones de Emergencia (COE), donde se aprobó el Plan de Acción, cuya supervisión lo liderará el vicepresidente Alfredo Borrero.
El decreto facilitará la entrega oportuna de los recursos económicos. Esto permitirá prepararse mejor y a tiempo y, de hecho, algunos Gobiernos Autónomos Descentralizados han comenzado a tomar las precauciones del caso.
El Gobierno exhortó al Banco de Desarrollo a priorizar las solicitudes de crédito provenientes de los GAD, cuyos escasos presupuestos son insuficientes para afrontar semejantes desafíos.
Sin duda, la prevención es la principal tarea, seguida de la correcta información, evitando alarmas innecesarias, pero tampoco obviando la realidad, peor minimizando los potenciales efectos, entre ellos inundaciones devastadoras, sequías, aumento de enfermedades tropicales.
Cada país, cada región, sentirá, en mayor o en menor medida tales efectos – a lo mejor ninguno-, y por eso mismo, prevenir es la tarea número uno. Abandonarse a los designios del destino, como suelen pensar algunas mentes estrechas, será fatal; peor, mucho peor, cruzarse de brazos teniendo los recursos o no gestionándolos.
Se desconocen acciones a nivel de los GAD del Azuay y del Cañar, parte de cuyos territorios son costeros y estarán más expuestos. En el caso de la primera provincia, el cantón Ponce Enríquez, cruzado por siete ríos y “carcomido” por la minería ilegal.
Según el comité nacional de Estudio Regional del Fenómeno de El Niño (Erfen), el Ecuador “tiene más del 80 % de probabilidades de sufrir el fenómeno…en la segunda mitad de 2023”.
A prepararse con celeridad.