Neoliberalismo religioso

Bolívar Jiménez Álvarez

El “neoliberalismo” tiene una connotación fundamentalmente económica. Se refiere a una política que pone énfasis en lo tecnocrático y macroeconómico, que considera contraproducente el excesivo intervencionismo estatal en esta materia y en lo social, y defiende el mercado libre capitalista como mejor garante del equilibrio institucional y el crecimiento económico de un país, salvo ante la presencia de las denominadas fallas de mercado.

El término se usa también para agrupar a un conjunto de ideologías y teorías económicas que promueven el fortalecimiento de la economía nacional (macroeconomía) y su entrada en el proceso globalizador a través de incentivos empresariales que, según sus críticos, es susceptible de conducirse en beneficio de intereses políticos más que a la economía de mercado propiamente dicha.

A la luz de este concepto, ¿puede hablarse también de un “neoliberalismo religioso”? Creo que sí. Pues varios de sus elementos corresponden exactamente a este campo. En efecto, hoy lo religioso tiene, en una multitud de personas, todo aquello del neoliberalismo: un énfasis en la libertad de practicarla de la manera que sea; un rechazo a la institucionalidad; una tendencia particularista, lo que explica el uso de neologismos como “una iglesia de rostro X o Y” utilizado por algún grupo de sacerdotes, y una mezcolanza medio globalizante de doctrinas, creencias y prácticas, muchas veces contradictorias.

Creo que la manifestación patente de lo que acabo de aseverar es la llamada Nueva Era ó  “New Age”. De acuerdo con su relativismo, los neoeristas creen que con su sincretismo no contradicen los sistemas de creencias tradicionales, sino que completan las verdades últimas contenidas en ellos, separando estas verdades de la “falsa” tradición y el dogma promovido por las instituciones. (O)