A partir de ciertas vivencias nuestra sensibilidad cobra mayor fuerza, intenta retomar relaciones olvidadas y añora alcanzar la paz interior. Sin embargo, la manera más viable de conseguir lo anterior es hacer algo que nos cuesta trabajo: perdonar. Y nuestro ego, por supuesto, se rehúsa.
Lo paradójico es que cuando tenemos rencor contra alguien, solemos pensar que la forma de desquitarnos es ignorarlo o dejarle de hablar. Nada más lejos de la verdad pues la persona que nos ofendió ni se entera de nuestro enojo, y terminamos haciéndonos daño a nosotros mismos.
Hay familias que dejan de verse por desacuerdos, casi siempre, de tipo material. Como el viejo aquel que, en su lecho de muerte, manda a llamar a su hermano con el que no se ha hablado en mucho tiempo para abrazarlo y saldar esa cuenta pendiente antes de morir. ¡Y pensar en todo lo que estos hermanos pudieron haberse disfrutado el uno al otro! Pocas cosas nos desgastan más en lo físico y en lo emocional que vivir con esa manchita negra permanente que pende en nuestro horizonte.
El perdón es una respuesta ante la vida. Es un acto de voluntad que nos ayuda a sanar y cerrar viejas heridas. Es el proceso que nos abre las puertas a la paz interna cuando soltamos los sentimientos causados por la ofensa.
Perdonar no es justificar un comportamiento negativo, ni quiere decir que aprobemos una conducta que nos hizo daño; como tampoco excluye que tomemos medidas para cambiar una situación o proteger nuestros derechos. Perdonar no es hacer como que todo va bien cuando sentimos que no es así. Con frecuencia, con nuestra sola actitud, la otra persona advertirá el cambio que se ha producido en nuestro corazón.
Qué bien nos sentimos cuando logramos vencer el orgullo y perdonamos. No cabe duda que el perdón más difícil es hacia nosotros mismos. Cuántas veces llevamos culpas y errores como una pesada carga que nos limita y aprisiona. Cuando perdonamos, nos sentimos más ligeros, más libres y, sobre todo, nos despierta la sensación de estar haciendo lo correcto. Perdonar es reparar algo que estaba roto.
Según la filosofía de Viktor Frankl, psiquiatra austríaco, el perdón es una forma de vida que nos convierte de manera gradual de víctimas de nuestras circunstancias a poderosos y amorosos creadores de nuestra realidad.
No dejemos que la telaraña del rencor se extienda y nos aprisione. Está en nosotros, tomar la decisión. (O)