El futuro llega, nos guste o no, y podemos recibirlo esperando a ver qué sucede, o con un plan listo para ser ejecutado. Seth Godin, en This is Strategy, nos dice claramente que: “La estrategia es el trabajo difícil de elegir qué hacer hoy para mejorar nuestro mañana”. Sin embargo, muchas veces avanzamos en piloto automático, confiando en que las cosas simplemente se acomodarán y saldrán de la mejor manera, un auténtico acto de fe.
Pero el futuro no es una cuestión de suerte. Aparecer sin estrategia es como construir sin planos, puede ser que el edificio se sostenga, pero es poco probable. En lo personal, creo que una estrategia nos permite priorizar. No se trata de hacer listas de deseos, ni de anotar propósitos en enero que olvidamos en febrero, se trata de tener claro qué acciones de hoy impactarán nuestro mañana. James Clear, en Hábitos Atómicos, explica que los cambios más grandes no vienen de decisiones drásticas, sino de pequeñas mejoras constantes, así es que un plan sólido necesita ser consistente.
En el trabajo, la estrategia es la diferencia entre reaccionar y liderar. Sin ella, los proyectos se vuelven una sucesión de decisiones improvisadas, donde lo urgente le gana a lo importante; como dijo Peter Drucker, “la planificación a largo plazo no es pensar en decisiones futuras, sino en el futuro de las decisiones presentes”.
Pero una estrategia no es solo pensar, es escribir. Godin insiste en la importancia de esto, porque una idea no puesta en papel, se diluye; mientras que, si está en blanco y negro de manera clara, nos da un marco para actuar, filtrar distracciones y decir no a lo que no suma.
El mañana será lo que hagamos con él hoy de manera consistente, para que, cuando llegue, no nos tome por sorpresa. (O)
@ceciliaugalde