Habitualmente, buena parte de los ecuatorianos nos creemos con la suficiente capacidad para opinar con solvencia sobre temas políticos, tal vez un poco más en ciertos estratos socioculturales. Ahora, en época electoral, a esta cualidad hay que multiplicarla muchas veces, puesto que se aguza el sentido político y en cada elector tenemos a un “potencial” asesor político o, por lo menos, a un consultor, “en ciernes”, del quehacer político.
De esta inagotable cantera, y en relación con la segunda vuelta electoral en curso, sacamos estas dos interesantísimas preguntas que, con comedimiento, se las pasamos a nuestros amables lectores: primera, ¿Cree usted que los resultados electorales próximos son ajenos, o no les importa, al crimen organizado y los grupos narcodelictivos?, y, segunda, ¿Cree usted que los resultados electorales próximos, son ajenos o no le importa al dirigente Iza y a su círculo ideológico cercano?
En este andarivel: las dos candidaturas finalistas recibieron el 88% de los votos en la primera vuelta, lo que significa que para esta segunda vuelta tendrán que lograr inclinar la mayor parte del 12% restante, cada quién en su favor, en el supuesto que todos los electores que votaron por ellos en la primera vuelta lo vuelvan a hacer en la segunda. Pregunta: ¿Cómo va a influir en la decisión de este 12% de electores la situación de con quienes se alíe, cualquiera de las candidaturas finalistas?, porque tenemos que partir del hecho cierto que ni las organizaciones narcodelictivas ni los extremismos ideológicos, violentos y destructivos, gozan de apoyo significativo en la población general y ello, de una manera u otra, se reflejara porcentualmente en los resultados finales. En otras palabras, no es ilógico pensar que ciertos “padrinazgos” electorales, sobre todo aquellos conseguidos “a más no poder”, y cuyo respaldo popular tiene cuestionamientos más que justificados, pueden contribuir perfectamente a un autogolazo. Y lo peor, que no se trataría, como en la mayoría de autogoles, de un hecho fortuito, sino de una maniobra política calculada y buscada, donde, además, las agendas propias se llevan bajo el brazo. (O)