Así simplificaba su nombre y así le llamábamos, en el lenguaje de la cordialidad sus colegas, sus amigos y discípulos de internado en el antiguo hospital “San Vicente de Paul” ahora, para agregar un nuevo espacio cultural a la ciudad Patrimonio de la Humanidad, convertido en el Museo de Historia de la Medicina. Viejo hospital, aula y templo de la solidaridad humana, espacio íntimo de nuestra formación y encuentro de camaradería y gratitud que trasciende, como en el caso del doctor Germán Fernández de Córdova Ortiz.
Fue en sus salas acordeón, que se ampliaban y ampliaban, porque ningún paciente regresaba sin atención, por la clásica carencia, “no hay cama”. Ponga una cama más monjita disponía, nuestro Residente Germán Córdova, para tranquilidad del enfermo, de su familia y de los estudiantes siempre sensibles al sufrimiento humano y deseosos de aprender, de cada nuevo caso, de la mano del Médico Residente, en ausencia de tratantes y docentes una vez cumplidas sus horas laborables; en el quirófano pasaba igual, cumpliendo protocolos se afinaban diagnósticos y se procedía a la resolución quirúrgica con la presencia segura del doctor Córdova, salvo en casos de neurocirugía que se resolvían con un, “llamen al doctor Jorge López”, su presencia cordial y oportuna, otro ejemplo de solidaridad humana desde la medicina. Qué decir del servicio de emergencia, siempre al límite, con muchísimos casos de cirugía menor; la sala de partos y sus noches eternas, llamen al doctor Córdova y ya estaba ahí; y en el pabellón de Pediatra casi al fin del mundo, “llueva, truene o relampaguee”, si había que canalizar una vena por primera vez, llamen al doctor Córdova, y así nuestro internado fue una cátedra permanente en cordialidad, respeto y exigencia.
Ya en la práctica asistencial, volví a encontrarme muy esporádicamente en el Hospital Militar, en la Clínica la Paz, en la Clínica San José, sabía de su trayectoria como médico de consulta, como cirujano de llamada, como experto de emergencias, como amigo y consultor de confianza en varios servicios. Su muerte y la llamada de muchos compañeros de promoción, avivan el recuerdo de los días de internado en el viejo, romántico y querido hospital “San Vicente de Paul” y la presencia del Residente amigo en nuestra formación. Paz en su tumba y luz en nuestra memoria. (O)