
El trajín, duro, durísimo por cierto, del nuevo periodo de gobierno del presidente reelecto Daniel Noboa, al menos tendrá un punto de apoyo, de serenidad y de confianza en la vicepresidenta María José Pinto, electa junto a él.
Tras la experiencia vivida con la actual vicepresidenta Verónica Abad, lo es pese a la sanción impuesta en su contra por un juez del Tribunal Contencioso Electoral y luego ratificada por su Pleno, esta vez Noboa escogió correctamente a su binomio, una joven empresaria quiteña, ligada a la actividad textil y con predisposición por la labor social.
Su función, según declaró durante la campaña, se enfocará en el combate contra la desnutrición crónica infantil, cuya Secretaría Ecuador crece sin Desnutrición Infantil dirigió hasta antes de postularse a la vicepresidencia.
Con seguridad, Noboa, al asignarle funciones tal como establece la Constitución, le confirmará ese trabajo con miras a resolver uno de los graves problemas sociales del país.
Pinto, tras conocerse los resultados, se mostró conciliadora, sin aspavientos, peor dando señales de tener agenda propia; más bien, llamando a la unidad nacional, a acercarse y a oírles a quienes votaron en contra del binomio finalmente perdedor.
“La política no puede ser sólo para quienes ganen, es para quienes necesitan respuestas”, dijo, como haciendo un guiño a los derrotados.
El ejercicio del poder, con pocas excepciones, llevó a serios distanciamientos entre presidentes y sus vicepresidentes. Varios de estos últimos accedieron a la presidencia en momentos de turbulencia política, acusados por los derrocados de conspiración.
Empero, la enemistad manifiesta entre Noboa y Abad superó con creces aquellas disputas, al punto de ventilarse en los tribunales.
Vuelta esa página, el pueblo espera de Noboa y de Pinto el máximo esfuerzo, la estrecha relación, algo así como la labor de piloto y copiloto de un avión, para llevarle a pista segura tras despegar sin contratiempos.