Esta prenda cómoda y versátil para vestirnos antes de ir a la cama tiene un origen asiático y originalmente estaba diseñada como ropa de calle. Los nómadas de las estepas introdujeron los pantalones holgados y cómodos que luego adoptarían los persas. La palabra “pijama” proviene del persa “pay-jame”, nombre que se daba a la ropa bifurcada para las piernas, a diferencia de la túnica que no tenía tiro o bragueta. Hoy se siguen usando en Asia los pantalones combinados con un kurta o camisa suelta y holgada, sin cuello y de manga larga.
El dominio británico sobre la India en los siglos XVIII y XIX difundió esta vestimenta oriental en Europa que contrastaba con la ropa tradicional y ceñida al cuerpo que usaban los europeos. Los ingleses que residían en la India lo usaban como ropa de casa, algo más amigable con el calor de la región del sur de Asia. Parece que fueron los hombres de la clase alta de la época victoriana los que sustituyeron el camisón por la pijama, pues resultaban más viriles que los camisones. La adaptaron al gusto europeo añadiéndole botones y cuellos de camisa. En cambio, las mujeres seguían usando el tradicional camisón dado el rechazo a que usaran pantalones.
A finales del siglo XIX, en Estados Unidos, se desarrolló la producción en masa de pijamas que hicieron furor en los grandes almacenes. Luego de la Primera Guerra Mundial y con la llegada de los americanos a Francia que usaban la pijama como única ropa de dormir, los fabricantes franceses la difundieron enterrando para siempre al anticuado camisón. Una de las ventajas de las pijamas que promovía la propaganda de aquella época, era que dejaba una gran libertad de movimiento durante el sueño. Un anuncio rezaba: “Si duermes con una pijama, a las pesadillas ahuyentarás”.
Los corsés, los grandes sombreros y faldas largas también fueron enterrados para dar paso a un estilo joven y masculinizado. El pantalón femenino se popularizó en lugares donde las mujeres realizaban actividades que hasta entonces se asociaban a los hombres.
De hecho, en los años veinte y treinta, la pijama volvió como prenda exterior en la forma de un traje femenino con pantalones, pensado en el verano, llamado “pijama de playa”. Lo introdujo Coco Chanel que lucía pantalones sueltos con estampados de colores y diseños surrealistas. Era un atuendo adecuado para un nuevo tipo de mujer que reivindicaba su derecho a vestirse cómodamente, al igual que los hombres. Esta época marcó un antes y un después no sólo en la moda femenina, sino en los espacios que fueron ganando poco a poco las mujeres para tener la libertad de ser ellas mismas y dejar de esconderse entre las sombras. (O)