Lucila Morocho, la madre que templó su destino con hierro

En 2023, la herrera recibió la presea ‘Cuenca Patrimonio Cultural de la Humanidad’, que se entrega cada 1 de diciembre, a los personajes que mantienen vivas las tradiciones.

El estruendo del martillo sobre el yunque no solo moldea el metal, también cuenta la historia de una mujer que ha sabido resistir el fuego, el peso de la vida y los prejuicios. Lucila Morocho, próxima a cumplir 59 años, es la última herrera activa de Cuenca, y no cualquier mujer: es madre de siete hijos y ejemplo de perseverancia.

Desde un pequeño taller ubicado frente al Hospital Vicente Corral Moscoso, Lucila trabaja con el mismo temple que ha forjado durante más de tres décadas. La herrería no fue un legado familiar ni una tradición heredada; fue una elección nacida de la necesidad y transformada en pasión.

“Por varios años trabajaba en otro lugar, pero ya no pude seguir allí. Me pidieron el local y no pude regresar. Pero tengo que seguir adelante, esto me gusta y, hasta que Diosito quiera, me tendrá en esta actividad”.

La historia comenzó cuando llegó a Cuenca con apenas 18 años. La joven proveniente de Guachapala quedó fascinada con los adornos de hierro en los techos de las casas. Ese asombro se convirtió en decisión: aprendería a trabajar el hierro, a pesar de las barreras sociales y de género.

En su camino encontró un maestro y también decepciones personales, pero nada la detuvo. “Aprendí lo que necesitaba y seguí adelante sola”, recuerda. En una época donde las mujeres no eran bien vistas en talleres ni mucho menos empuñando herramientas pesadas, Lucila impuso respeto con su habilidad.

Con la fuerza que la caracteriza, Lucila Morocho sostiene una barreta, símbolo del trabajo que la ha acompañado por más de 30 años. XCA

Sus inicios no fueron fáciles. Mientras su padre soñaba con verla en un puesto de comida en Paute, ella ya diseñaba moldes y adornos de hierro. “Terminé haciendo ‘fierritos’, no hornado”, dice entre risas. El primer trabajo que entregó fue una cruz, fabricada con amor para el techo de la casa de sus padres.

Se mantiene activa

Hoy, esa misma fuerza la mantiene activa. Sus manos no solo han dado forma a puertas, cruces y rejas; también han levantado una familia. William, Basilio, Jenny, Mayra, Jessica, Karina y Erika Estefanía son el motor de su vida.

“Todo lo hice por ellos. Nunca me rendí. Eso quiero que entiendan: una mujer también puede hacer este trabajo. La fuerza de salir adelante siempre fue para dar ejemplo a mis hijos. No me rendiré nunca. Ellos han visto que gracias a esto hemos hecho muchas cosas”.

Lucila confiesa que no puede estar sin su taller. “Si no trabajo, me enfermo. Este lugar me da vida. Aquí soy feliz, siempre tengo que estar en esta actividad”.

Así, entre chispas y acero, sigue forjando no solo el hierro, sino también su destino y el de su familia.

Ismael Alvarado

Licenciado en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas deportivas de todas las disciplinas a nivel nacional. Producción y contenido para medios digitales.

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