El nuevo periodo de gobierno de Daniel Noboa enfrenta una economía frágil y altamente condicionada por factores estructurales: déficit fiscal persistente, baja inversión, informalidad creciente y una inseguridad que ya afecta seriamente la actividad productiva. A pesar de ello, el presidente ha planteado una narrativa optimista basada en innovación, digitalización y atracción de inversión extranjera. La clave, sin embargo, estará en la ejecución y sostenibilidad de las medidas. El acuerdo con el FMI busca paliar desequilibrios fiscales, pero sus condiciones podrían tensionar el gasto social. Al mismo tiempo, la política de incentivos a la inversión requerirá garantías jurídicas, seguridad ciudadana y estabilidad regulatoria, aspectos donde el país aún tiene brechas profundas.
En el ámbito productivo, la propuesta de fomentar industrias tecnológicas y el emprendimiento juvenil es positiva, pero insuficiente si no se articula con reformas laborales, mejora del sistema educativo y una estrategia de integración comercial más agresiva. Ecuador necesita diversificar su matriz productiva, reducir su dependencia del petróleo y apostar por sectores de alto valor agregado. En el corto plazo, la credibilidad será un activo fundamental. La confianza de los mercados, del sector privado y de los organismos multilaterales dependerá de la capacidad del gobierno para actuar con responsabilidad fiscal, transparencia y diálogo político. Un liderazgo técnico, pero también político, será esencial para sostener la gobernabilidad y evitar que el entorno económico se deteriore aún más. Finalmente, el éxito de Noboa dependerá en gran medida de su capacidad de generar consensos ya que la exclusión de la Revolución Ciudadana (RC) del escenario legislativo ha contribuido a que la mayoría oficialista, en proceso de consolidación, adquiera una mayor cohesión interna. Esta dinámica sugiere que el gobierno de ADN no enfrentará mayores dificultades para impulsar su agenda en la Asamblea Nacional, que en el pasado caracterizaron a la propia RC, han sido ahora replicadas por el oficialismo, facilitando una configuración parlamentaria más funcional a sus intereses para gobernar.
En conclusión, el Ecuador enfrenta un punto de inflexión. El gobierno de Daniel Noboa tiene el reto —y la oportunidad— de trazar un nuevo camino económico. Si logra equilibrar responsabilidad fiscal con desarrollo social, y combinar innovación con institucionalidad, podría sentar las bases de una recuperación sostenida. Pero si las promesas no se concretan, el país podría enfrentar un nuevo ciclo de frustración y retroceso. (O)