“En la guerra la primera víctima es la verdad”, es un acierto casi nunca desmentido por los protagonistas.
Al contrario, suele ser desmentida, se tergiversan los hechos o se opta por el silencio.
Cuando tarde o temprano sale a flote, se desenmascaran quienes, a toda costa, buscan esquivarla.
Según el Gobierno, el Estado está en guerra con los grupos de delincuencia organizada. Como lo hemos sostenido, no se trata de grupos simples. Al contrario, de verdaderas organizaciones criminales. Varias son, como lo argumentan las fuerzas del orden tras las investigaciones de rigor, franquicias de otras estructuras asentadas en otros países.
Cuanto hace o hará el Gobierno para combatir el crimen debe ser informado con la verdad, salvo excepciones como comprometer la seguridad del Estado y de la población.
Tras la recaptura de alias “Fito”, salpica una serie de hechos ocultos, “internacionalizados” incluso, de verdades a medias, de verdades completas, despertando preguntas, suspicacias y más conjeturas.
Todo eso, en algo desdibuja el operativo militar y policial para recapturar a tal sujeto.
Nada perdía el Gobierno, los ministros del Interior, y de Defensa, con decirle al país la verdad: semanas antes del operativo, el primero habló telefónicamente con el reo, cuyas condiciones para volver voluntariamente a la cárcel no fueron aceptadas.
Todo eso, aparentemente, con la intermediación de la embajada de un país vecino, cuyo gobernante también entra en el nudo de las dudas y suspicacias; y en el cual, para empeorar la situación embarazosa, se difundió el audio sobre aquel diálogo. ¿Y cómo así?
Querer asomar como Rambo, luego hacer propaganda sobre la recaptura, sobre la dizque utilidad de leyes pro seguridad recién aprobadas, obviando un detalle clave, es un craso error.
El Gobierno debe aprender la lección: hablar con la verdad, así duela o no le cuadre con sus expectativas.