«Estallido» es el elocuente título de un libro que analiza desde la perspectiva de los movimientos sociales, las causas y el desarrollo de la violenta protesta canalizada por el movimiento indígena, que hace un año convulsionó Ecuador.
«En Ecuador realmente la rebelión de octubre recogió todas las formas de lucha», explica a Efe uno de sus autores, el dirigente del Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi (MICC), Leónidas Iza.
Escrito en tono académico, con la inclusión de 300 fuentes bibliográficas, el volumen traza un recorrido por el contexto de las luchas sociales y anteriores levantamientos indígenas, pasando por un análisis político y económico bajo un prisma anticapitalista, describe a los actores y fuerzas que confrontaron, para plantearse al final hacia dónde se dirige la lucha social en el país.
Iza plantea que no se trató de «un levantamiento de pronto, no era una huelga únicamente, ni una paralización, ni un paro, sino un estallido social», que se caracterizó por la espontaneidad de la ciudadanía, a la que se sumó una decisión orgánica de las estructuras dependientes del movimiento indígena.
DECRETO Y ESTALLIDO
En los disturbios, provocados por un decreto que eliminaba históricos subsidios a la gasolina -luego derogado para aplacar las protestas-, murieron una decena de personas y más de 1.500 resultaron heridas, de ellas 435 miembros de las fuerzas de seguridad.
Ecuador quedó paralizado en gran medida del 3 al 13 de octubre por los disturbios en el centro de Quito y el bloqueo de vías cruciales del territorio nacional.
De reciente publicación, el texto propugna que ese «estallido» debe ser entendido como un clímax de una serie de luchas previas en un ciclo histórico amplio, un acumulado de la lucha social en el país andino, que poco después fue replicado en otros países de la región, entre ellos Chile.
El líder indígena descarta que el levantamiento se diera únicamente por el Decreto 883, y expone cómo en los diez primeros meses del año se produjeron más de una treintena de manifestaciones de diferente signo que ya reflejaban descontento con el Ejecutivo de Lenín Moreno.
Analiza precisamente cómo la decisión presidencial, «ese factor X», sirvió de catalizador que «permitió unir esas luchas previas que ya se venían dando».
¿DIALOGO VERSUS VIOLENCIA?
La rotura definitiva del diálogo con el Gobierno, reflejada en la decisión de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) en agosto de 2019, es achacada por Iza a la «falta de voluntad» del Ejecutivo de Moreno.
Entre las reclamaciones, destaca la defensa de los territorios ancestrales «frente a la dependencia económica extractiva», mayor número de indultos a presos del régimen anterior, educación intercultural bilingüe o plena aplicación de la justicia indígena.
«La única opción que finalmente (nos) obligó el Gobierno nacional fue la paralización, un estallido de esa categoría», asegura.
El objetivo declarado entonces fue el «bloque de dominación», compuesto por varios sujetos que «de manera monolítica se erigieron como enemigos del pueblo», entre los que enumera a los medios de comunicación, propietarios del sector productivo, y el Gobierno, del que emanaba «una imposición en acuerdo con el FMI, que nunca fue socializado».
El conflicto, en algunos frentes como en el casco histórico de Quito cuerpo a cuerpo, alcanzó unos niveles de violencia nunca vistos en la historia reciente del país, con el disparo de ingentes cantidades de gases lacrimógenos y el posible uso desproporcionado de la fuerza por parte del Estado, según una comisión de la ONU, mientras que los manifestantes emplearon tácticas de auténtica guerrilla urbana.
«Nosotros respondimos a esa violencia», argumenta Iza, en línea con el libro, que indica que la violencia social, fue producto de la dominante.
MUJERES Y JÓVENES EN PRIMERA LÍNEA
«Estallido» repasa desde un punto de vista muy crítico el entramado político en el país y esa «izquierda institucional» de corte keynesiana (Gobierno de Rafael Correa) o neoliberal (Lenín Moreno).
Destaca además el pobre predicamento que tuvieron los sindicatos en la convocatoria de la protesta, censurando a gremios de transportistas que pactaron con el Ejecutivo, lo que llevó al movimiento indígena, mucho más organizado, a liderar la causa.
Decenas de miles de personas tomaron parte en unas protestas que bloquearon las vías de abastecimiento en el país y paralizaron la capital, a un coste de 800 millones de dólares, según algunos estudios.
Las mujeres indígenas y jóvenes tienen apartado propio como protagonistas en el frente, los últimos representando el 45% en las organizaciones nacionales y el 70% en sus direcciones.
Interpelado sobre el posible empleo de las mujeres como «escudos humanos» al estar situadas en la primera fila de numerosas manifestaciones, Iza aclaró que se trató de «una decisión autónoma de las compañeras», que vinieron a equilibrar la lucha.
Pese al rol fundamental del liderazgo de las nacionalidades originarias, el dirigente matiza que «el levantamiento de octubre no fue indígena».
«Somos el 7 % estadísticamente en Ecuador, no representamos a todos los ecuatorianos, pero sí a la mayoría que se vio involucrada en el proceso de lucha que nos afectaba a todos». EFE