El númrrero de mujeres que mueren durante el embarazo, el parto y los días posteriores al mismo, junto con la tasa de mortalidad infantil, son dos buenos termómetros del bienestar y del progreso de un país.
Cada día fallecen en el mundo 830 mujeres por causas prevenibles relacionadas con el embarazo y la asistencia al parto. Según un informe conjunto de OMS, UNICEF, Banco Mundial y el Fondo de población de Naciones unidas, en 2017 murieron en el mundo 303.000 mujeres frente a las 532.000 del año 1990, es decir, un 44 % menos. Y a pesar de haber mejorado considerablemente, queda mucho trabajo por hacer.
Para la Dra. Flavia Bustreo, subdirectora general de familia, mujer y salud infantil de la OMS, el objetivo es acabar con las muertes maternas en 2030. Esta meta sólo la alcanzaremos cuando más partos sean atendidos por personal cualificado: médicos y matronas.
Sabemos que el 99 % de las muertes durante el parto ocurrirán en regiones en vías de desarrollo. Dos de cada tres en África Subsahariana y el otro tercio restante prácticamente en Asia Meriodional. Llama la atención que el mayor riesgo se produce en las adolescentes menores de 15 años, convertidas en madres precoces por causas como la ausencia de recursos anticonceptivos, y por el peso de tradiciones sociales y culturales en estos países.
En España fallecieron el pasado año 26 mujeres durante el parto. El 80 % de estas muertes se deben a causas directas relacionadas con el momento del parto en sí: fundamentalmente la hemorragia, infecciones y la hipertensión inducida por el embarazo. Y es que en la medicina también ocurren eventos adversos relacionados con la salud que son fruto del propio curso de la naturaleza. El mayor y mejor ejemplo de esto es un parto.
En el último medio siglo, hemos sido testigos de avances médicos extraordinarios. Uno de ellos fue llevar los partos de las casas de los pueblos a los hospitales. Ya en el hospital, la introducción de la asepsia y la anestesia epidural han convertido el parto en un acontecimiento seguro y han permitido a la mujer decidir cómo vivir ese momento.
El escenario de la maternidad ha cambiado. Tenemos más embarazos múltiples, más mujeres que han decidido retrasar la maternidad y más bebés prematuros que sobreviven por los cuidados médicos; y estas son razones que incrementan el riesgo y justifican el por qué llevar el parto al hospital.
El hospital no debe ser visto como una escenario hostil ni impersonal. Es sólo el escenario en el que un equipo de profesionales garantiza la capacidad de resolver un imprevisto, que, por desgracia, y aún en el primer mundo, se puede producir. El hospital puede ser ese lugar donde se enciende la vida.
España cuenta con una tasa de mortalidad materna de 6 mujeres por cada 100.000 recién nacidos vivos (RNV). En Reino Unido esta tasa es de 12 fallecimientos; en Bélgica, Francia o Suiza es de ocho; en Alemania, siete; y en países como Finlandia o Suecia, cinco.
De forma global, la tasa de mortalidad en los países en vías de desarrollo es de 216 mujeres por 100.000 RNV, mientras que en los desarrollados es de 12/100.000. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible buscan reducir esta tasa de mortalidad materna mundial a menos de 70 por 100.000 nacidos vivos entre 2016 y 2030.
En España no existe un registro oficial sobre partos atendidos en casa. Se estima que en el ultimo año de los 420.000 partos atendidos, entre 600 y 1000 se han llevado a cabo fuera del entorno hospitalario, en casa. No existe un circuito coordinado con la red de hospitales en el caso de que se lleve a cabo la atención en el domicilio y esto es crucial a la hora de afrontar una eventual complicación durante el parto.
Y es en este punto donde está la clave para decidir dar a luz en casa o en el hospital. No hemos conseguido identificar a la mujer con un «perfil de riesgo obstétrico». Es decir, aquella mujer en cuyo parto puede ocurrir una complicación.
El 60 % de las complicaciones en el parto se producen en mujeres sin factores de riesgo. Y es que un parto se complica en minutos, y esos minutos son un abismo, un precipicio a menudo insalvable. Un océano de tiempo.
Sin duda, el hogar puede ser el mejor lugar para encontrar la tranquilidad y la armonía para recibir a un hijo, pero también es donde la ausencia de medios técnicos y humanos adecuados e inmediatos puede comprometer la vida de madre e hijo.
No hay duda de que la medicina aporta progreso y seguridad. Pero debe aportar también humanización y respeto a la información y autonomía del paciente. Y es aquí donde se ha producido una grieta entre el ciudadano y el médico. Se ha instaurado una «nueva» desconfianza hacia el médico, convirtiéndole en sospechoso de traición de la salud.
Y la sombra de la «cesárea innecesaria» ha caído sobre la bata del obstetra.
Las recomendaciones de la OMS estiman que las cesáreas deben suponer entre un 10-15 % del total de los partos. En España, se calcula que estamos en torno a un 25 % de tasa de cesáreas (en Europa tenemos una oscilación entre países como Finlandia con 15 % e Italia con un 35% ). Esta cifra se duplica prácticamente en Latinoamérica (R. Dominicana 60 % o Argentina 43 %).
Parte de esa desconfianza en el ginecólogo ha surgido cuando en la ecuación del parto se han introducido variables más allá de las de la propia naturaleza, como las relativas a las preferencias o la comodidad del médico. Y eso ha convertido la relación medico-paciente en una relación de precariedad emocional y ha animado a algunas mujeres a optar por el calor del hogar para recibir a su hijo.
Todos los sanitarios debemos poner el foco en mejorar la atención a las futuras madres, respetando los tiempos que marque la naturaleza siempre que sea posible y permitiendo que la mujer decida con toda la información a su alcance, pero con expectativas reales y desde una perspectiva responsable. Queremos de vuelta esa confianza que nos hace ser mejores médicos, mejores personas. Y no olvidemos que una cesárea muchas veces salva dos vidas.
NOTA: Este artículo forma parte del servicio de firmas de la Agencia EFE al que contribuyen diversas personalidades, cuyos trabajos reflejan exclusivamente las opiniones y puntos de vista de sus autores. (EFE)
Por: Dr. Jackie Calleja, ginecólogo y director del Centro Bmum