La segunda vuelta presidencial en Ecuador, que dio la victoria al centroderechista Guillermo Lasso, reflejó en el histórico voto nulo la influencia del candidato invisible, el indigenista Yaku Pérez, que ha marcado una agenda de nuevo signo en la política ecuatoriana y que ahora impulsará desde el Legislativo.
“Nosotros no hicimos campaña, solo un llamado al nulo y tener esa votación es histórica”, valora en entrevista con Efe el líder del movimiento Pachakutik, que quedó a las puertas de pasar a la segunda vuelta por 32.000 votos de diferencia respecto al hoy presidente electo.
El promedio histórico del voto nulo en Ecuador se situaba por encima del 9 %, siendo la cifra más alta en la historia reciente la de la primera vuelta presidencial de 2006, que alcanzó el 11,80 %.
VOTO NULO HISTÓRICO
Tras el llamamiento de Pérez, los votos nulos alcanzaron el domingo el 16,33 %, escrutadas el 99,07 % de la actas, lo que representa más de 1,7 millones de electores, algo menos que los votos logrados en la primera vuelta.
De 52 años y con más de dos décadas de activismo ambiental a sus espaldas, Pérez había pedido esa elección a sus seguidores en protesta por lo que consideró un fraude electoral en la anterior ronda del 7 de febrero.
Y estos no le fallaron, pese a los conatos de división interna en el movimiento indígena tras el respaldo del presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), Jaime Vargas, al candidato del correísmo, Andrés Arauz.
“Ganamos en toda la Amazonía, en las seis provincias, ganamos en 13 de las 24 provincias, es una prueba más del fraude existente”, recalca Pérez al tiempo que busca pasar página y ver cómo puede impulsar su agenda con la mayor representación parlamentaria (27 escaños) cosechada por una formación indígena, salida de las urnas en febrero.
Y es que el factor “Yaku”, agua en kichwa, ha tenido un solapado pero determinante peso en las campañas de los dos aspirantes a la presidencia, forzándolos a dejar a un lado la confrontación ideológica entre izquierda y derecha, para centrarse en la galopante desigualdad, la defensa de los olvidados (indígenas, mujeres, LGTB) o la crisis climática.
Este doctor en Jurisprudencia y amante del saxofón avisa que “intentará desde el Legislativo” poner en macha una brújula que recoja sus cuatro ejes de campaña: ecología, economía, educación y ética, con el apoyo de los 27 asambleístas que asumirán en mayo y convierten a Pachakutik en la segunda fuerza política.
Respecto a su posición con el que será el nuevo mandatario del país, cree que es “la oportunidad para que el presidente Lasso cumpla las promesas”, y que no tendrá problemas en reconocerlo, pero, “si no cumple, seremos los primeros también en ser una oposición, una resistencia sustentada, argumentada”.
El ganador de los comicios, no obstante, le provoca desconfianza al considerar que “le falló” cuando el pasado 12 de febrero, en un diálogo frontal ante el organismo electoral, abogó por un recuento de votos para disipar cualquier atisbo de fraude en la primera vuelta, para un día después desdecirse.
Defiende que su aproximación con su Gobierno será en forma de “diálogos a la luz pública, no a secretas, sin negociaciones, si hay que poner el hombro para que el país salga adelante en materia de la covid, en la crisis económica, ética y ecológica (…) reconoceremos”.
Pero avisa que le encontrarán en la otra orilla si no declara libre de minería metálica las fuentes de agua, si no baja las tasa de interés del sistema financiero o incumple con lo prometido de trabajar para todos los ecuatorianos sin privilegiar a las elites económicas del país.
SORPRENDIDO POR EL TRIUNFO DE LASSO
Pérez dice que en “parte sí” se vio sorprendido por el triunfo de Lasso, “porque ser un banquero es bien desprestigiado en el Ecuador”, después de espetarle en febrero que no podría ganar al candidato de Correa. Su lectura electoral es que, sobre todo, pesó “el miedo al fantasma del correísmo que venía con sed de venganza”.
Bajo el Ejecutivo de Rafael Correa (2007-2017) Yaku pasó cuatro veces por prisión, acusado de sabotaje y terrorismo, y tacha al correísmo de ser una “izquierda camuflada, extractivista, populista”, que está tocando a su fin.
“Cuando algo desfallece -abunda- algo nace, una izquierda alternativa no dogmática, fundamentalista, sino una izquierda real comprometida con los pobres, los campesinos los indígenas”.
Esa “fuerza de la resistencia”, asegura, “nos proyecta como un espacio de la tercera vía” no solo en Ecuador sino en la región, donde mantiene contactos y “muchas coincidencias” con nacionalidades como los mapuches o aimaras.
Y cuestiona, en ese sentido, que los pueblos originarios en Argentina, que llevan meses manifestándose, “no sean escuchados por un presidente de izquierdas”.
Pacifista convencido y defensor de una resistencia no violenta, Pérez ha dado un paso al lado pero no definitivo.
“Yo creo que tenemos una legitimidad, una reserva ética. Nos robaron las elecciones pero no la esperanza, los sueños y sea yo o no, tenemos un futuro por delante”, concluye la nueva cara del indigenismo, entendido como guardián de los recursos vitales. EFE