En los primeros cien días del gobierno del presidente Lasso han madurado en forma temprana tendencias de confrontación social motivadas por la puesta en marcha del programa neoliberal como respuesta frente a la crisis económica del país.
En forma persistente se han preparado y formulado medidas para una mayor delegación al sector privado en la gestión de los sectores estratégicos y los servicios públicos, haciendo de la delegación a la iniciativa privada la regla, mientras que la Constitución permite como excepción.
Las privatizaciones de empresas públicas, activos nacionales, servicios públicos, construcción de infraestructura, están en camino, y se dictan decretos ejecutivos para acelerar este rumbo, impulsado también en lo internacional con el aperturismo al libre comercio, retorno al Convenio sobre Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones entre Estados y Nacionales de otros Estados (CIADI), ingreso a la Alianza del Pacífico, creado en el 2011 por los gobiernos neoliberales de la época de Chile, Colombia, Perú y México, como respuesta a los llamados regímenes progresistas.
Incluso se habla de privatización del IESS, cuando el Estado le debe más de cinco mil millones de dólares, y hasta de la administración de las cárceles, en fin, la privatización aparece como la nueva panacea para todos los males cuando es la vieja receta que se ha venido aplicando en el Ecuador desde el gobierno de Sixto Durán, incluido los gobiernos de Correa y Moreno. Es más, de lo mismo.
Toda esta política se formula bajo el paraguas exitoso de la vacunación frente al COVID-19, cuyo éxito se magnifica, acompañado del discurso de la reactivación económica con reformas laborales liberales y aceleración de la explotación minera. Se anuncia un festín y los grandes grupos económicos exigen más decisión y acelerar a fondo.
Frente a esta política surgen las reacciones del FUT, CONAIE, UNE, federaciones campesinas, estudiantes y otros sectores sociales, pues la experiencia del recetario neoliberal es desastrosa para los pueblos, allí están las experiencias en Latinoamérica. Los estrategas del gobierno no valoran la verdadera condición objetiva y subjetiva de la población. Habría que preguntarse con quien desean reencontrarse y con quien confrontarse. (O)